Nicolás Ramírez atraviesa un gran momento profesional como árbitro del fútbol argentino. Es considerado el mejor del momento y, por tal motivo, fue elegido para impartir justicia en el Superclásico del domingo.
Ramírez tiene 38 años y su seguridad a la hora de dirigir es ponderada en un ambiente en el que reina la desconfianza para con los jueces.
Tendrá un rol preponderante el fin de semana -por segunda vez consecutiva- pero ya supo ocupar otro espacio en un campo de juego: nada menor que como jugador.
El sueño del pibe
Nacido en 1986, en Gonzalez Catán, el sueño de Ramírez era ser jugador profesional. Como no prosperó aquel ideal, cambió de rumbo para es estudiar Educación Física en la Universidad de La Matanza.
Fue entonces, en un torneo universitario, que un hombre vinculado al fútbol observó sus cualidades como delantero y le ofreció hacer una prueba en un club del interior de la provincia de Buenos Aires.
“Una vez jugamos un amistoso contra la cuarta de Boca y me vio una persona allegada a (Daniel) Tato Márquez. A la semana se contactaron conmigo del Club Agustín Álvarez (de 9 de Julio) y me ofrecieron hacer una prueba porque estaban buscando un centrodelantero“, recordó en diálogo con el diario El 9 de Julio.
“Una revancha”
Tras responder al llamado, realizó una prueba con éxito: convirtió un par de goles y decidieron incorporarlo.
“Fue una revancha para mí, que había estado distanciado del fútbol, por la desilusión de no haber llegado a la Primera División de AFA. Me permitió volver a tener ganas de jugar al fútbol y estar ligado a esta actividad que me encantó siempre desde chico”, reconoció.

Aunque su carrera como futbolista duró unos años, siguió ligado a la actividad, pero esta vez desde el arbitraje. Al principio, dirigiendo fútbol infantil, pero su constancia y perfomarmance lo llevaron a ir creciendo hasta llegar a la primera división.
Hoy en el ambiente se lo considera “el árbitro más confiable del fútbol argentino”, por lo que ya tuvo a su cargo los partidos más importantes. Este dominfo tendrá, por segunda vez consecutiva, la importante tarea de dirigir el Superclásico entre River y Boca.