Entre los más de 55 mil espectadores que le dieron un marco imponente al Talleres-Belgrano, el autraliano Jack Cooper contemplaba con asombro su primer partido de fútbol, su primer clásico. Enfundado en la camiseta de la T, con su carné de socio y junto a su novia cordobesa, Carolina, cumplió el sueño de ir a la cancha como un hincha más. Y para eso cruzó la mitad del planeta.
“Llegó el viernes por la noche a Buenos Aires, mi hija lo fue a buscar al aeropuerto y el sábado lo llevó temprano al Kempes, para que viva la previa bajo el puente junto a los hinchas. Y quedó impresionado por la fiesta que vio, jamás había visto algo así, a estadio lleno. Ni por televisión. Estaba enloquecido, más allá del resultado. Para él es especial Talleres, lo ha adoptado”, explicó Miguel Disalvo, padre de Carolina.
El australiano Albiazul, de 31 años, es minero de profesión. Vive en Bonalvo, un pueblo de New South Wales, y trabaja en Perth, en costa oeste. “Durante 15 días seguidos está bajo tierra, y los 15 días siguientes descansa. Con mi hija se conoce desde 2019, la pandemia los alejó... Ahora están juntos de nuevo y quiere volver para el próximo clásico”, amplió Miguel, quien lo esperaba con el flamante carné de socio, número 191457-1.
TALLERES Y CENA CON GIROTTI
En Australia, cultor del cricket, uno de los deportes más practicados en la isla. Y aquí en Córdoba, incorporó rápido la pasión por el fútbol, y vivió con nerviosismo el clásico, desde la platea Gasparini.
“Las canciones fueron muy inspiradoras, un evento como no tenemos en Australia. Los argentios son muy apasionados, fue intenso, al mejor estilo latino”, destacó el visitante. Dicen que “y vamos a dar la vuelta, la vamos a dedicar...”, es la que más le gustó.
“Le gustó Girotti, capaz que por lo gringo jaja. Y a la noche lo encontramos cenando a Federico y su familia en un restaurante de La Calera, así que estaba feliz”, siguió repasando Miguel sobre el sábado agitado de Jack Cooper.
EL GUSTO POR ARGENTINA Y SUS COMIDAS
Por supuesto que probó el choripán y el fernet como parte del ritual de ir a la cancha. Y está fascinado con la comida argentina. Con el asado primero en la lista, y lo que conlleva la reunión familiar y de amigos en torneo a la mesa. “También le gusta el Malbec. Y en Mendoza probó un sandwich de jamón crudo que según dijo es el mejor que comió en su vida”, comentaron sus “parientes” cordobeses.
También se acostumbró a tomar mate, a veces ataviado con un poncho, para recorrer distintos puntos del país como Bariloche. Y ahora además la camiseta de Talleres en su guardarropa.