Por los pasillos del Colegio Nacional de Monserrat de Córdoba, pasaron miles de personajes ilustres de la historia como Juan José Paso, José Antonio Balseiro, Juárez Celman y Deodoro Roca, entre otros tantos.
Asimismo, sus claustros fueron testigos del paso de personas muy queribles por la comunidad monserratense. Este es el caso de Ramón Frontera, portero que trabajó durante 45 años en la institución y que por 40 años fue el encargado de tocar la campana cada día.
LA HISTORIA DE RAMÓN, EL PORTERO QUE TOCÓ 40 AÑOS LA CAMPANA DEL MONSERRAT
A fines de 1978, con tan solo 22 años, Ramón ingresó al Monserrat como carpintero. Durante cinco años, pasó por distintos puestos hasta que fue elegido como portero de la institución. En sus 45 años de labor, 40 fueron tocando la histórica campana que anuncia los recreos y el fin de cada jornada.
Por años, fue el primer rostro que miles de estudiantes vieron al cruzar la puerta del colegio, algo que lo llevó a ser muy apreciado por la comunidad. “No sabía que era tan querido”, confesó Ramón, en diálogo con Vía Córdoba.
“Estuve en todos los turnos. Pero, en donde más tiempo estuve, fue a la mañana, ya como encargado”, contó. “Siempre me sentí bien con los compañeros y con las autoridades que pasaron. Siempre hubo gente muy buena”, relató.
El amor por su trabajo quedó a flote en cada palabra. “Al colegio lo amo. Fue lo que me dio todo. Estoy totalmente agradecido de la gente y toda la institución. Todo lo que tengo es gracias al cole”, sostuvo. En este sentido, relató que padeció la suspensión de clases presenciales por la pandemia, debido a que ya se acercaba su jubilación. “No iba a poder despedirme de nadie”, agregó.
Sin embargo, con la llegada de las vacunas y la paulatina vuelta a la presencialidad, volvió a su labor diaria. En ese instante, le avisaron que ya podía jubilarse. “Me llamaron para decirme que me podía jubilar en ese momento o seguir un año y medio. Elegí seguir”, dijo.
A la par, siempre trabajó como albañil particular. “Siempre trabajé en dos lados, lo hice toda la vida para poder sustentarme. Nuestros sueldos siempre fueron bajos. Si no hacía otra cosa, no llegaba a fin de mes”, comentó.
ALGUNAS VIVENCIAS COMO PORTERO DEL MONSERRAT
En las historias urbanas de Córdoba, el Monserrat figura como escenario de apariciones fantasmas y ruidos extraños durante las noches. “La gente comenta cosas que son ciertas”, advirtió Ramón. “Estuve mucho tiempo a la noche y viví muchas cosas como sentir personas caminando y que te hablan. En el momento te da cosas, pero te acostumbras”, siguió.
Recordó que en el salón de actos del colegio solía aparecer la sombra de una persona cuando se apagaban las luces. “También pasaba que en los baños, se escuchaba que tiraban la cadena y no había nadie”, dijo.
Entre tantas anécdotas, Ramón confesó que se bautizó como monserratense al tirarse a la fuente principal de la institución. “Cuando los sábados nos quedábamos a limpiar, a la siesta nos tirábamos a la fuente. Éramos muchos y lo hacíamos jodiendo”, explicó.
Después de tantos años viendo crecer a los estudiantes, que en varios casos pasaron a trabajar dentro del colegio, vivió días cargados de afecto. Muchos alumnos se acercaron a darle un abrazo y pedirle una foto. Asimismo, el equipo de preceptores y docentes lo sorprendió en más de una oportunidad con canciones y aplausos.
“Hace poco estuve un sábado, en el cursillo. Venían muchachos de 30 años y me decían ‘yo era alumno cuando usted estaba, ahora traigo a mi hijo y sigue usted’. En la calle me encuentro con exalumnos también. Me voy muy satisfecho”, cerró Ramón.