Son muchos los lugares comunes que se ciernen sobre la figura de Rodrigo Bueno: artista popular arrebatado de la vida en su momento de esplendor, muerto joven, de manera trágica y con algunas sospechas en torno al accidente que marcó su final.
Para completar la estampa, la muerte le llegó a los 27 años, para formar parte de ese club del número fatal, al que pertenecen Janis Joplin, Brian Jones, Jimmi Hendrix, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse, estrellas de la música internacional que siguieron el camino que abrió James Dean: morir joven y dejar un cadáver hermoso.
La conexión de la suerte que corrió el cordobés con aquellos artistas no es antojadiza porque Rodrigo siempre estuvo cerca del rock y su figura fue un puente entre el mundo del cuarteto y el rock nacional, ambientes que no parecían tan cercanos a finales del siglo pasado.
Su muerte abrió el nuevo siglo y ocurrió en las primeras horas del 24 de junio de 2000. Para completar el signo de los tiempos que se inauguraban fue la placa roja de Crónica TV la primera en alertar que Rodrigo había perdido la vida en un accidente con su camioneta, donde también murió Fernando Olmedo, hijo del recordado Alberto, otro artista muerto en la cima de su carrera.
Por entonces no había redes sociales y la televisión reinaba casi en soledad, inundaba todo y no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer su "agosto" con lo que pasó a ser el Caso Rodrigo, donde se desnudó lo más canallesco del periodismo de chimentos.
Mientras, en Córdoba había una familia que lloraba.
Entre ellos, un teen Ulises, todavía con algunos trazos de niñez en su rostro.
Para completar la leyenda, Rodrigo murió en un aniversario de la partida trágica de Carlos Gardel, de cuya muerte se cumplen hoy 85 años y también se inscribió en una lista que no respeta famas ni glorias: la de los miles de argentinos que mueren en las rutas y caminos, sin solución a la vista.
Aquí también hay una lista de artistas arrancados por la tragedia vial, que inicia el varón del tango Julio Sosa y que tiene también a Jacinto Piedra, Tamara Castro, Pappo, Adrián Otero, Pablo Ravasollo de Trula y la muy popular Gilda.
Volviendo atrás, rebobinando la cinta, encontraremos a Rodrigo como un hijo de una familia vinculada a la música, por herencia paterna: su padre, conocido como Pichín Bueno, era un reconocido representante de una multinacional discográfica y tenía varios aciertos como descubridor de talentos.
Entre discos, "el chico cuartetero" fue creciendo y ya con una melena enrulada se trasladó a Buenos Aires, para ser "El Potro Cordobés".
No fueron fáciles los inicios allá, donde había que adaptarse a la cumbia, y tampoco la llevaba muy bien acá, en la Madre Córdoba, donde miraban con recelo su mudanza.
Esa relación con Córdoba nunca fue la misma que Rodrigo mantuvo con Buenos Aires y el resto del país.
La peleó con buenas armas y sus canciones de cuarteto se comenzaron a colar también en las discos "sobre toda diferencia social", hasta que llegaron las mágicas noches del Luna Park, donde recibió el cinturón de campeón, en una pelea que fue dura hasta el último round.
El país se rendía y cantaba "soy cordobés"; Diego Maradona lo esperaba en Cuba para darle un abrazo y cantar con él, que podía decir que lo tenía todo, pero se fue entre la niebla de una noche de junio.