Especialistas del CONICET demuestran que la incorporación del gen de girasol HaHB11 optimiza el rendimiento de las plantas de maíz en entornos propensos al anegamiento y a la defoliación por viento.
El Laboratorio de Biotecnología Vegetal del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL, CONICET-UNL), liderado por la investigadora de CONICET Raquel Chan, estudia los mecanismos de las plantas para adaptarse al ambiente.
Para ello se realizan experimentos que consisten en aislar genes de la planta de girasol, introducirlos en la planta modelo llamada Arabidopsis thaliana y observar cómo se comportan esas plantas con un gen que no les es propio. Al provenir de otra especie, en este caso el girasol, el nuevo gen en la planta modelo pasa a ser un transgén.
Las plantas denominadas salvajes (que no recibieron el gen de girasol) se comparan en su crecimiento, desarrollo y respuesta al estrés con las que han sido genéticamente modificadas. Sin embargo, si bien la planta modelo resulta muy útil para hacer ensayos y presenta ventajas significativas que permiten avanzar en el conocimiento rápidamente, la Aradabidopsis T. no reviste interés agronómico. Por este motivo, si un gen puesto como transgén confiere a la planta receptora ventajas de adaptación o mejor producción, se pasa a trabajar con un cultivo de interés como, por ejemplo, maíz, soja, algodón, alfalfa.
En el marco de estas investigaciones, el equipo de del IAL incorporó el gen de girasol que codifica el factor de transcripción de girasol HaHB11 (de Helianthus annuus Homeobox 11) a plantas de maíz y demostró que es capaz de cambiar las características de las plantas de manera tal que permite una mayor fijación de granos en condiciones favorables de desarrollo, pero notoriamente también ante diferentes tipos de estrés.
El trabajo interdisciplinario que demuestra la mejora en la tolerancia al anegamiento y la defoliación en maíz a partir de la expresión de gen de girasol (HaHB11) fue llevado a cabo por un equipo multidisciplinario.