Awada y Petriella: dúo perfecto en un tema que angustia

Conmovedor. Es el trabajo que logran los protagonistas de El pequeño poni, dirigidos estupendamente por Nelson Valente, que acaba de estrenarse en la escena comercial y habla en serio del bullying, inspirándose en un caso real sucedido en EE.UU. (De La Razón). 

Awada y Petriella: dúo perfecto en un tema que angustia
Awada y Petriella: dúo perfecto en un tema que angustia\u002E

Javier Firpo

jfirpo@larazon.com.ar

Cada vez hay más casos de bullying. De pronto, esa palabrita que hace poco no existía para nuestra sociedad, que no sabíamos siquiera qué significaba (acoso físico o psicológico), se desvirtuó y pasó a ser un término muy trillado -y mal empleado en la mayoría de las veces- en el mundo mediático. Ocurre que a muchos les sirve decir "Yo fui víctima de bullying". ¿Tendrá rating? ¿Causará más pena, acaso? ¿O respeto del prójimo? Más allá de la digresión, "bullying" se convirtió en la problemática central de películas, series y obras teatrales como "El pequeño poni", que acaba de anclar en el Teatro Picadero, dirigida por Nelson Valente y protagonizada por Alejandro Awada y Melina Petriella.

La obra está inspirada en hechos reales sucedidos en Estados Unidos en 2014, cuando a un chico de 9 años, luego de padecer todo tipo de tormentos y hasta ultraje, le fue prohibida la entrada a la escuela donde asistía por llevar su cotidiana mochila con los caballitos de la famosa serie animada "Mi pequeño pony", que al parecer era la causante de la ira -y brutalidad- de los compañeritos. Paradójicamente el recordado dibujito pasó a ser de ícono de la amistad a símbolo de la lucha contra el bullying.

Planteado el motor de la obra, Awada y Petriella encarnan a Jaime e Irene, los padres de Miguel, la víctima, que si bien no aparece, sí hay un cuadro con su rostro de gestos cambiantes, lo que resulta un recurso válido para su omnipresencia. Al cabo de catorce escenas, la pareja protagónica irá interiorizándose lo que va padeciendo su hijo. Lo que en la primera secuencia parece una miscelánea o el epílogo de una anécdota, promediando la obra el inconveniente crecerá de tal manera que pondrá en jaque la aparente solidez del matrimonio. El espectador será testigo de las distintas conclusiones que Irene y Jaime saquen en torno a lo que sufre Miguel: mientras el padre insta al pequeño a "aguantársela", a ser auténtico y seguir cargando -literalmente- con la mochila de los caballitos de colores, la madre exhorta por que el pequeño cambie ese simple hábito que tanto resquemor provoca. "Quiero que sea un cho que pertenezca a la mayoría", aboga ella. "Tenés que entender que está empezando a decidir qué quiere ser", devuelve él. Ese choque de conceptos se incrementará.

La conexión entre Awada y Petriella es notoria y la conmoción de sus actuaciones, que llegan al límite del dramatismo, abrazan. Ambos están en el escenario sintiendo, sufriendo y sangrando por la herida. Del actor que encarnó a Puccio casi que sorprende su potente labor, ya que su visibilidad en los últimos años fue expansiva. Melina, quizás algo más guardada, irrumpe con una autoridad mayúscula, a partir de un sentimiento a flor de piel.

Párrafo para Nelson Valente, un director -con chapa, tal vez sin cartel-, sensible a las cuestiones familiares, como ya hemos visto en ese hit llamado "El loco y la camisa", que lleva una vigencia de nueve temporadas. Y también para Sebastián Blutrach, uno de los grandes hacedores -siempre en silencio- de un teatro de alta calidad, como sucede con "El pequeño poni", que simplemente hay que ver.

El pequeño poni

De Paco Bezerra. Dirigida por Nelson Valente. Protagonizada por Alejandro Awada y Melina Petriella. Sáb., a las 22.15. Dom., a las 18. Teatro Picadero, Pasaje Discépolo 1857. Desde $300.