Los partidos se trabajan. No es una frase hecha. El que alguna vez jugó al Rugby, tiene claro que ningún partido se gana desde el vestuario. Sí tiene un porcentaje alto lo que se hace en la semana, cómo se prepara el partido, cómo se dosifica la energía y, por supuesto, cómo se manejan la ansiedad y las emociones, sobre todo el día del pitido inicial. No hay dudas. El trabajo es constante en la semana, pero también el día del partido. Cada minuto es una nueva oportunidad, y aquel equipo y por sobre todas las cosas, aquellos individuos dentro del equipo, que saben que van a cometer errores y aún así mantienen la paciencia, no perdiendo de vista que van a tener una chance más en la próxima jugada, por lo general, juegan con más placer, focalizados exclusivamente en el aquí y ahora.
La palabra paciencia significa la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse, como así también calma o tranquilidad para esperar. Si tuviera que definir con una sola palabra al partido que jugaron Los Pumas hoy frente a Australia, sería paciencia. Fue increíble lo que defendieron en el primer tiempo los constantes ataques de los Wallabies ¿Alguien tomó real conciencia de lo difícil que es decidir en una milésima de segundo qué hacer cuando un portador de pelota está encima de la defensa con 4 o 5 opciones de pase? Los Pumas fueron tolerantes durante la semana, y de alguna u otra manera, supieron trasladar todo eso al campo de juego, donde la tolerancia también es digna de destacar. Como condimento especial estuvo la lluvia, que generó más errores no forzados de lo normal en el manejo, en el control y en la obtención de la pelota.
Para los Wallabies fue un primer tiempo de mucha posesión en el que, producto de la sobresaliente defensa del equipo argentino, solamente pudieron marcar 6 puntos a través del pie de Reece Hodge. De todos modos, insisto, Australia vino decidido a atacar, fiel a su estilo, y no dejó de hacerlo. Todo lo contrario. Cada vez que tuvo la pelota, puso presión en el equipo argentino por medio de las patadas a cargar, las patadas al fondo, el juego de manos, el scrum y el line. Los Pumas mantuvieron la paciencia, atacaron cada vez que tuvieron la pelota, hasta que el siempre despierto Felipe Ezcurra, encontró un hueco en la base de un ruck, se filtró, juntó dos marcas, y le permitió al crack de Bautista Delguy ingresar al ingoal australiano, luego de un exquisito hand-off.
Sin dudas, para que quede claro, lo más valioso del primer tiempo fue la paciencia teniendo en cuenta que Los Pumas jugaron 10 minutos con un jugador menos producto de la amarilla a Marcos Kremer, pero no recibieron puntos en contra. Por el contrario, cuando Michael Hooper vió la tarjeta amarilla, luego de un impacto de su hombro contra la cabeza de Nicolás Sanchez, que debería haber sido expulsión, los australianos se vieron doblegados en dos oportunidades (try convertido y penal, en contra). El primer tiempo fue 6 a 13 para Los Pumas.
En el segundo tiempo aumentó la densidad de la lluvia, Australia siguió con mayor posesión de pelota y, por supuesto, Los Pumas mantuvieron la paciencia para seguir defendiendo. La obtención fue desprolija para ambos equipos, no sólo producto de la presión, sino del estado del campo de juego a raíz de la cantidad de agua que hizo que afirmarse fuera todo un desafío.
Argentina trabajó todo el tiempo. Segundo a segundo. Minuto a minuto. Cada vez que tuvo pelota en mano, decidió atacar. Gracias a esas ganas, Santiago Grondona con pelota en mano fue embestido en su cabeza por el ingresado segunda línea australiano Salakaia-loto, quien fue expulsado. Aun así, con un hombre menos la presión no paró, Argentina no pudo hacerse firme en la salida desde su campo de juego, cada vez que recuperaba la pelota la perdía por un error no forzado, y Australia llegó al try, y empató el partido en 16, faltando 12 minutos para el final.
Adicionalmente, basado en acumulación de infracciones, Lucas Paulos recibió la tarjeta amarilla, con lo cual Argentina no tuvo la oportunidad de sacar provecho del hombre de más. En los minutos siguientes, ambos equipos se prestaron la pelota, pero no pararon de cometer errores. Tal es así, que la última la tuvo Australia por medio de Reece Hodge quien, una vez más, se disfrazó de villano (recordemos que, en el último partido entre ambos, también tuvo la posibilidad de ganarlo con un penal que no fue), y erró un penal factible para un pateador de su calibre. El partido terminó empatado en 16, y así se cerró un torneo lleno de emociones y de cosas para resaltar.
Para destacar, Los Pumas jugaron cuatro partidos seguidos, sin descanso, en un torneo en el que no solamente le ganaron a los All Black’s con autoridad y por primera vez en la historia del rugby argentino, sino que empataron dos veces con Australia, con todo lo que eso implica. Fue un año raro que termina con el equipo argentino no entrenándose con naturalidad, en una semana en la que se vio, por ejemplo, obligado a suspender un entrenamiento producto de la controversia que se generó alrededor de Matera, Petti y Socino por sus dichos xenófobos en twitts del pasado. Lo cierto es que este plantel se hace fuerte en la adversidad, que este año ha tenido un cambio de mentalidad fundamental, y que ha podido presentarse a competir de igual a igual contra dos potencias del rugby mundial como Nueva Zelanda y Australia. No me gusta la frase “del segundo no se acuerda nadie” y, por el contrario, me fascina cuando se logra desmitificar lo instalado. Tal es así que, seguramente, Los Pumas siempre se acordaran de este preciado segundo puesto.