Aquí vamos a hablar de billones, cifras muy difíciles de dimensionar pero que dan cuenta de la crisis de financiamiento propio y de terceros que asfixia a la Argentina para solventar un gasto público monumental que a su vez garantiza en cierto punto la paz social con asistencia directa vía subsidios a más de diez millones de personas y que, a la vez, es imposible de cubrir con fondos genuinos.
La deuda del Banco Central aumentó 45% desde que asumió el presidente Alberto Fernández y en la actualidad se ubica en torno a los 3,7 billones de pesos, equivalente al 10% del PIB. En 2020 hubo un salto exponencial por la impresión de moneda para financiar la pandemia de Covid-19 y por los instrumentos que se generaron en paralelo para esterilizar ese fenómeno y que no explote una hiperinflación.
La autoridad monetaria tiene hoy en uso dos pasivos remunerados: las famosas Letras de Liquidez (Leliq), que fueron hipercriticadas por Fernández en su campaña electoral de 2019; y los Pases Pasivos. Ambos son papeles colocados en las entidades financieras para ir administrando la liquidez y, en definitiva, el valor que tiene el peso.
El costo de los papeles
Cuando el Central quiere que haya más pesos en las calles, recupera las Leliq y los Pases y suelta billetes que los bancos terminan prestando a los consumidores. Por tener “pisado” ese dinero, la autoridad monetaria les paga a las entidades financieras públicas y privadas una tasa efectiva del 45,4% anual.
En lo que va de 2021, ya se contabilizaron pagos por la friolera de 720.000 millones de pesos. Esto es exactamente dos veces el presupuesto el presupuesto que tendrá Desarrollo Social este año para paliar el hambre y es también el 217% de la caja que en 2021 tiene Obras Públicas para mejorar la infraestructura del país.
En 2020, la entidad que conduce Miguel Ángel Pesce había abonado 692.700 millones de pesos por los mismos conceptos. Y en 2019, año en el que la presidió el economista Guido Sandleris, el pago fue por unos 721.599 millones de pesos.
A principios de año, el Central pagaba unos 85.000 millones pesos por mes y en julio abonó 117.300 millones. Si bien la tasa de interés no se movió, el aumento en los pagos responde a que se incrementó el uso de los pases pasivos para esterilizar la emisión de divisas, con un impacto claro en la hoja de balance de la entidad rectora.
La montaña de deuda
Según datos oficiales actualizados hasta el 4 de agosto en el Informe Monetario Diario del Central, el stock de Leliqs alcanzó los 1,99 billones de pesos y el de Pases Pasivos está en 1,75 billones. Esto hace una deuda de 3.75 billones de pesos.
A juzgar por el tipo de cambio mayorista, que el viernes cerró en 96,90 pesos, el pasivo del Banco Central se ubica hoy en torno a los 38.681 millones de dólares. Esto equivale al 92% de las reservas internacional que acuña la entidad.
La deuda también ya es un 27% superior a la base monetaria, que se ubica en torno a los 2,95 billones. Esta base monetaria equivale al 39% de lo que el Gobierno gastará este año, de acuerdo con el Presupuesto 2021: unos 7.7 billones de pesos.
Desde que asumió en el poder el Frente de Todos, la base monetaria aumentó 71,2% mientras que la inflación acumulada alcanzó el 77%. En tanto, la deuda de la autoridad monetaria aumentó un 45,6% en pesos, equivalente a 1,2 billones de pesos.
Así se van acumulando cifras enormes, casi imposibles de dimensionar. Por un lado, porque la Argentina acarrea desequilibrios macroeconómicos históricos que nunca termina de corregir y siempre generan nuevas crisis que agravan el cuadro de situación precedente. Por el otro, porque la pandemia exacerbó las necesidades para evitar un estallido social, en medio de un proceso inflacionario que socava cualquier recuperación económica y demuele al peso.
Reflejo de esa degradación de la moneda nacional es lo que ocurre cuando se hace una conversión de la deuda del Central a dólares. Al terminar el mandato de Mauricio Macri en 2019, el pasivo era equivalente a 42.919 millones de dólares. Es decir, desde entonces cayó 10% medido en la moneda estadounidense. Pero hay dos cuestiones a tener en cuenta: la entidad no imprime dólares y el peso se devaluó 38% en ese lapso, lo cual terminó generando una licuación parcial.