Antes de conocerse su designación como ministro de Producción, Dante Sica escribió una columna para Clarín donde aseguró que el primer mandamiento para un gobierno es generar empleo. Hoy tenemos 3,4 millones de argentinos con problemas de empleo (desocupados y subocupados) y casi diez millones de trabajadores en situación precaria (informales y cuentapropistas) que confirman la inviabilidad del régimen económico.
Para Sica, el mercado laboral hace agua por todos lados. Por una parte, la legislación tiene más de cuarenta años y no puede dar respuesta a los desafíos actuales. Además, hay escasa generación de empleo, creciente informalidad, fragmentación laboral y exigua adaptación a los cambios tecnológicos. Esta problemática obliga a impulsar al Gobierno una nueva visión en las políticas de empleo que contemple un esquema de relaciones más flexibles y descentralizadas, con foco en la capacitación y elevada contención social.
Según el ministro de Producción, resulta fundamental generar un nuevo escenario para la industria 4.0 que ya está instalada en otras latitudes y se acerca a nuestro país por la propia dinámica de la innovación tecnológica y porque la integración de Argentina al mundo acorta plazos y acerca desafíos. Hay sobrada evidencia que demuestran que en aquellas economías donde la robotización avanzó aceleradamente, no existieron consecuencias negativas en el mercado de trabajo.
El gran reto que tiene Argentina es transformar su sistema educativo: pasar de la escuela del siglo XX a la del siglo XXI. Para Sica se invierte gran cantidad de recursos en educación (6% del PBI entre Nación y provincias) pero se obtienen resultados muy pobres. Por esta razón, el perfil de nuestros egresados parece amoldarse mucho más al mercado laboral de hace medio siglo.
Por lo tanto, el problema principal que ocupe la agenda del Gobierno debiera ser la creación de estrategias para enfrentar los desafíos que presenta el nuevo mapa internacional del trabajo: la capacitación y la distribución. Es menester para el ministro lograr un capital humano lo suficientemente calificado para adaptarse al cambio y construir consensos sobre la manera más equitativa de distribuir los ingresos: " el Estado, empresas, sindicatos e instituciones educativas deben sentarse a discutir y acordar cómo será el nuevo trabajo argentino", aseguró.