Por Javier Firpo
Hace mucho tiempo, unos cuantos años, que Gastón Pauls no se sienta a conversar, tranquilo, para una entrevista.
Lo sucedido con la quiebra de su productora Rosstoc (2010), los cheques sin fondos, su bajón anímico posterior, su etapa de consumidor de drogas, fueron hiriendo a la persona y también al actor. La persona optó por meterse para adentro, llamarse a silencio. Y el actor casi que desapareció de la televisión de aire, para elegir rodajes en Chile, Cuba, Honduras, Ecuador y Uruguay, que todavía no se estrenaron en la Argentina. Una pena porque Pauls, de 45 años, es un buen actor, convincente, creíble, como se advierte en ese puñado de minutos de “Vidas privadas”, el cortometraje que protagoniza en “Lo que se dice un ídolo”, film que homenajea al inolvidable Negro Fontanarrosa.
Luce oxigenado Gastón, ojos entrecerrados, buen aspecto, entero, como para poder encarnar, todavía, a un galán. "Me encantó poder estar en este reconocimiento a Fontanarrosa, un escritor de la ostia, que me marcó en una época, a partir de su ingenio, ocurrencias y esas historias incomparables alrededor del fútbol. Siempre admiré cómo el Negro veía el fútbol y su entorno: el hincha, el potrero, el gordito que va al arco, el empresario turbio. Para mí fue el mejor retratista de la sociedad argentina, observador del detalle, de lo más pequeño", dice en una mesa del Café Martínez, de Colegiales, sobre el film recién estrenado.
Quizás porque perdió el timing de ser entrevistado Gastón -que ha hecho estupendos reportajes en los ciclos “Otra verdad” y “Dos solos”- habla de muchos temas a la vez: un trabajo, otro, la nueva rutina de la escritura, el cine, la radio, las clases de actuación, los viajes... Hay una dispersión innegable que acompa- ña este momento. Y él lo acepta.
¿Sobre qué escribís?
Siento que no puedo quedarme callado, es una necesidad imperiosa. Estoy bosquejando una road-movie entre un padre y un hijo; otra historia más, un docu-ficción sobre la desnudez que se llamará “Este soy yo”, y un documental sobre los medios que se llamará “Miedos de comunicación”, donde volcaré mi opinión sobre ellos.
¿Y tus charlas en qué consisten?
Temas relacionados a la profesión, a mi vida como adicto recuperado y a la Fundación que tengo, que se llama “La casa de la cultura de la calle”, y que le da protección a 2500 chicos en situación de vulnerabilidad de derechos, actividad que sigo haciendo con gusto y sin necesidad de hacer prensa para quedar bien.
¿Cómo estás vos, Gastón?
Atravesando una paz interior y de reflexión… También, por momentos, intentando comprender todo lo que he vivido. Porque me han pasado muchas cosas heavy y si no me morí, si sobreviví, creo que –como me dijo un amigo- voy a estar en lugar de mucha lucidez.
¿Opinás lo mismo?
Yo creo que sí. Pienso que soy un buen tipo, que no cagué a nadie, no soy un garca, no soy un loco y tengo ganas de salir adelante, de no darme por vencido.
¿Con el tema del consumo?
Sí, sí.
¿Nada de nada?
¡Nada! Olvidate. Estoy limpio hace como ocho, nueve años.
¿Te tratás en algún lado?
Voy tres veces por semana a Narcóticos Anónimos.
¿Y? ¿Cómo va?
Sólo por hoy. Esto es así. Es como un cáncer que se cura, pero hay que atenderlo y estar pendiente. Por eso yo cada mañana agradezco estar en mis cabales. Suelta una idea que hace tiempo le viene dando vueltas: “Quiero hacer algo con este lugar (Narcóticos Anónimos), hay gente muy grosa, que tiene una voluntad increíble... Tengo algo escrito, veré qué forma le doy”, dice embalado.
¿Cuándo te diste cuenta de que habías atravesado la tormenta?
Hace dos años. En 2015 pude advertir que estaba reinventándome, volviendo a ser, a tener ganas de vivir mejor. Creo que volví a quererme luego de mucho tiempo de descuidarme y desatenderme… Uf, estoy hablando mucho. Me desacostumbré de hacer entrevistas.
¿Por qué aceptaste este diálogo?
Ni idea, supongo que por intuición. A esta altura de mi vida voy a lugares donde pueda sentirme cómodo.
Te pegaron duro...¿no?
La mayoría de los medios me destrozó. Ya no voy a la televisión, sabés la cantidad de notas que rechacé. ¿Para qué? Me voy a sentar con un tipo que con el dedito me va a sermonear y después van a editar lo que se les canta… Ni en pedo.
¿No tenés ganas de volver a la tele?
No, la verdad. Es que éste que soy hoy no tiene nada que ver con una televisión que sólo busca negocio.
¿Y si te llamaran de Underground, Endemol, o de Pol-Ka?
No creo, y menos que me llamen de Pol-Ka. Mi posición ante la vida va por otros lugares… Pero no critico a la tele de la cual yo viví muchos años.
¿Creés que estás dejado de lado por una cuestión ideológica?
También. Sí, seguro.
¿Hoy de qué vivís?
Filmo en Latinoamérica (tengo varias pelis terminadas), doy charlas en el interior y exterior (Uruguay, Chile, Perú), hago un programa de radio (“Mi otro yo”, los lunes, por Del Plata). Vivo con lo justo, pero no me quejo. No necesito mucho.
¿Cambió mucho tu nivel de vida?
Nunca estuve forrado, sí más holgado. Pensá que yo coescribí, codirigí y protagonicé “Todos contra Juan”, entre otros programas, y no tengo ni el 0,1 por ciento de los derechos. Mejor ni hablar (dice molesto).
¿Te pasaron alguna factura?
No sé. Yo sólo te digo una cosa: me siento súper orgulloso, porque le puedo jugar una pulseada de honestidad y de dignidad a cualquiera que se me cruce. La honestidad la defiendo por encima de todo... A los 45 años y con dos hijos no laburaría de algo –artísticamente hablando- que no me represente. Prefiero no tener un mango en el bolsillo pero contar lo que quiero, lo que siento.
Hablás de honestidad y dignidad. ¿Te quedó algo en el tintero?
Sinceramente no. Ya está. Todo aclarado. Pese a lo que se diga, yo tengo la conciencia tranquila.