Por Santiago Puddington
Allá donde al perro se lo pronuncia "pesho", donde el mate y la hoja de coca van de la mano y donde Buenos Aires suena a un gigante que abruma, se fue Mariana Baraj. Allá está el campo, el adobe y la montaña. La vida rural mezclada con las antenas, los celulares y las nuevas tecnologías que muestran un mundo que nada tiene que ver con lo que pasa allí todos los días, todos los meses, todos los años...
Entonces, esta artista que creció entre instrumentos, partituras y acordes y viajó por todo planeta juntando premios y vendiendo discos con el folclore que atrapa tanto en otras culturas, decidió entrar al estudio nuevamente para grabar un disco que le cuente a todos los chicos del país lo valioso de lo nuestro, que no se consigue en Netflix ni en Instagram. Así nació "Churo", el álbum que el domingo, a las 17, Mariana trae al CCK. "En el disco 'Florcita de Amancay' (2010), también de música infantil, había hecho temas que no eran propios y ahora tenía ganas de armar algo mío con letras y músicas nuestras", dice esta cantante que empezó en el oficio de la mano de su padre Bernardo, una eminencia del saxofón, y se formó navegando entre el jazz, el rock, pero en el folclore encontró su mejor versión.
Entre premios "revelación" y giras por Europa, Asia y América se ganó el respeto de todos. Desde 2010 está radicada en Santa Apolonia, una zona rural de la provincia de Salta. Se fue con su marido Mauro Rodríguez (también músico) y volvió a las grandes ciudades sólo para tocar. "Nos fuimos y fue un cambio muy importante en mi vida. Todo lo que me rodea, al ser un lugar tan inspirador, me genera un montón de sensaciones que después terminan aplicadas a la música". Juntos armaron este disco para los "gurises".
¿Tuviste la necesidad de remarcarle a los chicos nuestras raíces?
El disco tiene puesto el eje en que los chicos tengan contacto y relación con el folclore y nuestras raíces. Es poner en valor nuestra música, que es nuestra identidad. El disco lo pensé con ese objetivo, que el mensaje que llegue sea directo y claro. En vivo también lo abordamos de esa manera, es un gran desafío. La idea es no subestimar al niño, no hay que tratarlos de otra manera por ser chicos. Ellos manejan mucha información y están súper activos en estos tiempos. Creo que es importante dejarles un mensaje y que puedan, en un momento en que todo es tan visual y la tecnología es tan avasallante, conectar con la música, que también te estimula otros sentidos como el espiritual.
¿De dónde viene la inspiración?
De la impronta norteña y la naturaleza. Todo el disco tiene un hilo conductor entre paisajes y animales.
¿Por qué “Churo”?
Es una palabra del norte que quiere decir lindo y se aplica a muchas situaciones, también significa que está “todo bien”.
¿Cómo es la reacción de los chicos en el show en vivo?
En líneas generales les gusta la interacción y están esperando ser parte del recital. Les gusta y les da curiosidad todo lo que pasa. En lo personal quería salir a tocar en vivo con los chicos desde hace tiempo, es un gran desafío para mí porque, si bien vengo trabajando con ellos a través de talleres de música, tocar en vivo es otra situación.