A diferencia de lo que se suele imaginar, este Papa Noel no tiene renos ni casa en el Polo Norte: vive repartiendo ayuda todo el año, de cualquier índole, no solo regalos. Es conocido como "Santa Claus Nica" y, según la agencia de noticias EFE, podría ser calificado como el "Papá Noel más pobre del mundo".
La casa de Víctor Rosales, ubicada en un barrio del Este de Managua, Nicaragua, es espaciosa y tiene dos plantas, sobresale del resto, pero su dueño lejos está de ser adinerado. Allí funciona un taller, pero no de juguetes, sino de rótulos de carreteras, su negocio principal, aparte de una venta de pochoclos, que se vinieron abajo con la crisis sociopolítica de Nicaragua, que además lo dejó sin "trineo", una camioneta todoterreno.
"Tengo problemas, mi trabajo se me cayó totalmente, si te dijás en mi billetera no tengo dinero, solo deudas, tenía mi camioneta y la perdí porque no pude pagar las cuotas", explica.
A pesar de eso, la casa está llena de regalos por entregar, juguetes, sillas de rueda, camas o pelotas se observan apilados en diferentes puntos, especialmente en el taller. El "Santa Claus Nica" sostiene que no mezcla su necesidad con la de la gente que espera su ayuda.
"Víctor Rosales regala y él tiene problemas, ¿quién me va a ayudar a mí? Dios, entonces yo no voy a tocar una cosa de lo que vos me das para dar a otro, no confundo mis problemas con los de las personas que debo ayudar", sostiene en tercera persona.
Precisamente la honestidad es el pilar fundamental de su fama. Asegura que el ser transparente hace que muchas personas, desde millonarios hasta embajadores, donantes anónimos o casuales, le confían a las donaciones porque saben que las va a entregar, y de ser posible, en presencia de ellos.
Pero ser Santa Claus Nica también es peligroso. Rosales, de 51 años, afirma que en una ocasión una banda de delincuentes lo esperaba en el puente de un río en una montaña para robar las donaciones y matarlo. En otra ocasión, un joven le puso una pistola en la cabeza para que entregara los regalos.
La caridad lo salvó en ambas ocasiones, recuerda. En la primera, uno de los asaltantes le avisó de su plan, porque meses antes el "Santa Claus nica" había conseguido ayuda para el ataúd de su hijo muerto, sin conocerlo. En la segunda, el joven desistió del asalto al darse cuenta de que los regalos eran para su comunidad.
Sin embargo, el caso que más le impactó ocurrió hace unos diez años, cuando llevaba ayuda material a una niña campesina, que lo que realmente necesitaba era un médico, porque sufría lepra de montaña. No solamente le salvó la vida a ella y a su familia, además logró darles una casa con letrina y pozo.
Por experiencias como esas es que Rosales, quien vendía caramelos en un semáforo cuando decidió ahorrar para comprar juguetes a 12 niños más pobres que él en 1989, no quiere escalar en la sociedad, pues cree que al millonario "no le interesa el dolor del que puede necesitar".
Rosales prefiere mantener la ideología de aquel vendedor ambulante que, tras regalar juguetes a 12 niños, se propuso darle a 50, después a 150, a 500, y así, hasta abarcar millones, según asegura, y convertirse en la persona que brinda regalos todo el año, a toda hora, sin importar que sea el Santa Claus más pobre del mundo.