Este martes se cumplen 10 años de uno de los accidentes más impactantes de la historia de la Provincia de San Luis. Un 2 de noviembre de 2011, un tren arrolló a un colectivo en el que venían unas 40 niñas y docentes, y provocó la muerte de 6 alumnas y 2 profesoras.
Delfina García Quiroga, quien hoy tiene 20 años y es estudiante de Antropología, fue una de las tantas chicas que le tocó vivir esta tragedia. En entrevista, contó a Vía San Luis todo lo que vivió, de comienzo a fin, y comentó cómo elige lidiar con lo ocurrido en la actualidad.
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LA MISIÓN
“Ese día nosotras estábamos yendo a misionar. Nos habíamos preparado con muchísima anticipación. Habíamos juntado un montón de regalos, juguetes, cosas para llevar a Santa Rosa. La idea no era parar en Zanjitas”, comenzó contando Delfina.
“El colegio había alquilado un solo colectivo. Íbamos sentadas de a 3. Yo iba con una de las nenas que falleció, Julieta, y otras compañeras más.
Ese día íbamos todos con muchas expectativas, estábamos todas muy felices, por lo que implicaba. Encima, yendo a un colegio católico, cuando nos dijeron que nos íbamos a misionar, a hacer un acto de solidaridad, fue lo más reconfortante. Te sentís ganadora del Premio Nobel de la Paz”, continuó relatando su historia.
Lo curioso es que comentó que aquel 2 de noviembre de 2011, muchos padres le dijeron “che, ¿por qué no te quedas?”, pero que ella decidió ir por sus ganas de ayudar y toda la organización que había detrás del evento.
EL VIAJE
“Habíamos partido en el colectivo, íbamos cantando y tuvimos que hacer una parada antes. No recuerdo el nombre del lugar, pasó mucho tiempo y hay ciertos detalles que se me olvidaron. Ahí estuvimos desayunando, era bastante temprano, habíamos arrancado como a las 8.
El ambiente era lindo, era más nuestro que de los profesores. Estábamos con niños de nuestra edad que no conocíamos y estaba bueno”, contó.
EL COMIENZO DE LA ODISEA
“Cuando nos bajamos para ir a en ese lugar, antes de llegar a Zanjitas, en la escuela pudimos ver que el chofer estaba con auriculares, se lo veía cansado, estaba apoyado en el colectivo como si estuviese con resaca.
Y después, cuando nosotros llegamos al colegio, él subió al colectivo y se quedó acostado entre los asientos. Supongo que estaba cansado, no sé, la verdad”, reflexionó.
“Después seguimos el viaje. Nos subimos todas al colectivo. Yo venía con Julieta, esta vez le cambié el lugar. Yo venía en el medio y me pasé al lado del pasillo. Julieta estaba en el medio y otra compañera estaba en el lado de la ventana.
Veníamos cantando canciones infantiles, el ‘sal de ahí chivita, chivita’… hasta que no pudimos cantar más”.
EL IMPACTO
Cuando el tren impactó con el colectivo, “se me tornó todo un poco borroso, porque era toda una maraña de cuerpos. Yo estaba del lado contrario al que impactó el tren, entonces me caí para el lado de la ventana y se me vinieron muchas chicas encima. No veía nada, yo creí que me había quedado dormida, no entendía qué pasaba.
Nunca en tu vida te vas a imaginar que te golpeó un tren. Fue rarísimo. Así que cuando nos impactó, yo no entendía la situación.
En ese momento salí despedida del colectivo, no veía mucho por una maraña de cuerpos que había. Yo caí a una zanja al costado de la vía, era una zanja muy grande que tenía unos 4 o 5 metros y, mientras tanto, seguíamos viendo estas imágenes que después se difundieron: el colectivo siendo arrastrado por el tren”, continuó relatando conmocionada.
EL AUXILIO A SUS COMPAÑERAS
“A partir de ahí, como podíamos, intentamos socorrer a las chicas que estaban malheridas.
Teníamos 10 u 11 años, así que no sabíamos practicar RCP, no sabíamos hacer un torniquete. Por ahí fue esa la culpa que después teníamos, en esa situación, por el hecho de que no sabíamos qué hacer.
Algunas chicas que no podían caminar se quedaron en el lugar donde nosotras salimos despedidas. Era un cúmulo de agua, de nafta, de todo (el lugar).
De ahí, me levanté y me fui por todo un ‘bosque’ de árboles hasta llegar al colectivo, en el que se seguían escuchando gritos y voces. Me encontré con el grupo que había podido salir del colectivo, me junté con las chicas que podían caminar y de ahí salimos a donde podíamos.
No conocíamos el lugar, no sabíamos dónde estábamos. Habíamos sido arrastradas por un tren, estábamos en medio de una vía, hasta que encontramos la salida a una calle de tierra con una tranquera que tuvimos que saltar.
Tuvimos que hacer mil artimañas hasta poder llegar a una zona neutra (sin vegetación espesa). Y, mientras tanto, íbamos lastimadas y tratando de ayudar a las que se encontraban en peores condiciones que nosotras.
Todas tomamos nuestros riesgos, porque casi todas debieron haber dejado a alguna persona que se habían quedado ayudando, adentro o fuera del colectivo. Pero al ver que estaban imposibilitadas tuvimos que salir adelante hasta que encontramos personas que nos pudieron ayudar”, lamentó.
“Era muy difícil, también, decirles a estas personas dónde estaban para que las pudieran ayudar. Íbamos gritando por el lugar “¡Ayuden a mi amiga!”, mientras vecinos de Zanjitas nos empezaron a socorrer”.
LA AYUDA DE LOS VECINOS
“Llegamos al Hospital de Zanjitas, empezaron a llegar un montón de ambulancias, todo fue muy rápido la verdad. No recuerdo tanto que haya sido mucho el tiempo de espera.
De hecho, apenas salimos de las vías, ya nos estaba esperando una camioneta con vecinos que estaban avispados y rápidamente nos auxiliaron, en una situación re impactante, horrible ¡Éramos niñas de 11 años!
Una vez en la salita, hablé con mis papás, les conté qué había pasado. Ya se estaba difundiendo lo que pasó por la radio, los padres estaban en contacto entre ellos”.
EL TRASLADO AL HOSPITAL DE SAN LUIS
“Después, una vez que pasó todo, me trajeron a mi casa y estaban todos mis vecinos en la vereda. Yo no entendía tampoco la repercusión que había tenido todo. Fue un suceso con una masividad y un impacto bastante grande.
Yo creí que había sido un accidente como cualquier otro, pero se ve que no”, comentó acerca de su sensación en el momento.
EL DESPUÉS Y LOS TRATOS DEL COLEGIO
“Después, fue todo raro. Yo creo que ninguna escuela tiene un protocolo para auxiliar a los alumnos tras un hecho de esta índole.
Hubo un intento de la escuela de explicar este hecho a partir del catolicismo. ‘Porque Dios quiso esto’, y no tenía sentido. Era una explicación que tenías que estar obligada a creer.
Entonces, era ir al colegio a hablarlo todos los días, era ver ataques de pánico de compañeras. Yo después me sentía muy mal. Mi mamá me encontraba en el baño llorando porque me sentía culpable, ‘por qué mis compañeras estaban vivas y yo no’.
Después, tuve una época en que contaba el hecho como si nada. Pero, tras ese momento, no lo conté nunca más”, relató.
Ya con el pasar del tiempo, “se fueron difuminando los rasgos de niñas que teníamos, la gente no nos ubicaba más como las niñas de zanjitas y eso fue un alivio”, contó.
LAS REFLEXIONES DE DELFINA
“Lo que nos pasó a nosotras fue un accidente que, no te digo que fue intencionado, pero hay mucha responsabilidad en el medio, porque era súper evitable”.
Muchos datos salieron a la luz. Supuestamente, el colectivo habría estado en “tercera” cuando se “apagó” y quedó en medio de las vías, sumado a que era un transporte que llevaba 40 personas, cuando podrían haber sido muchas menos. Por estas cosas, se podría asumir que podría haber sido otro el desenlace.
Fue todo muy raro ¿Cómo el colegio no alquiló más colectivos?”, lamentó.
“Al caso lo desconocí porque era chica, hasta este año, porque ya tengo más conciencia de eso. Nos pidieron pericias psicológicas hasta hace dos meses, se desestima todavía un poco lo que decimos nosotros”, añadió, ya hablando del caso, actualmente.
Esto fue algo en lo que hizo hincapié y que le llamó mucho la atención ¿Cómo la justicia, tras haber pasado lo que pasaron estas chicas, todavía duda de sus palabras y sus experiencias?
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“Delfi”, si bien llegó un momento en que no quería repetir la anécdota una y otra vez, inclusive teniendo una etapa en que decidió no hablar sobre esto por mucho tiempo, hoy encuentra “una respectiva libertad” para hacerlo y, etapa por etapa, va procesando lo ocurrido y superando lentamente lo que para muchos parecería un cuento, pura ficción.