Caso Brenda Arias: "Murúa era casi obsesivo con las mujeres, no tenía escrúpulos"

El comisario Gustavo Ortiz definió así a Juan José Murúa, el asesino de la joven de 19 años. 

Caso Brenda Arias: "Murúa era casi obsesivo con las mujeres, no tenía escrúpulos"
Caso Brenda Arias en San Luis

Hace casi dos semanas que Juan José Murúa fue condenado a 38 años de prisión por asesinar a Brenda Jimena Arias en 2009, en la localidad sanluiseña de Villa del Carmen. El fallo fue, en gran parte, a las pruebas reunidas por la comisión policial que encabezó el comisario general Gustavo Ortiz, cuya tarea fue coordinada por la jueza de Instrucción Penal de Concarán, Patricia Besso.

Comisario Gustavo Ortiz, a cargo de la comisión que investigó el asesinato de Brenda Arias.
Comisario Gustavo Ortiz, a cargo de la comisión que investigó el asesinato de Brenda Arias.

Ortíz brindó una entrevista a El Diario de la República y refirió que los policías que lo precedieron en la investigación se aferraron a otras hipótesis y no hicieron averiguaciones en torno a Murúa, contó qué indicios los llevaron a sospechar del ahora condenado y a pedir su detención.

"La forma de actuar de Murúa era casi obsesiva hacia las mujeres. Las seguía, las acosaba, les insistía, les paraba el auto en la puerta. Muchas veces hasta las intimidaba para que salieran con él. No tenía códigos, no tenía escrúpulos", aseveró Ortiz.

—¿Cuándo conformaron la comisión policial que investigó el caso Brenda Arias?

—Fue en 2010. Ya estaba la jueza (Penal de Concarán), Patricia Besso. –NdP: el primer juez de la causa fue Guillermo Gatica, quien renunció para integrar la Cámara del Crimen 1 de Villa Mercedes–. El 9 de junio de 2010 (es decir, 11 meses después de la desaparición y el asesinato de Brenda), la jueza le solicitó al entonces jefe de Policía, Oscar Papaño, que arbitrara los medios para poner a disposición del tribunal personal idóneo para la investigación, y me recomendaron a mí. Conformé el equipo con los oficiales principales Diego Villafañe y Sergio Aguilar, que actualmente prestan servicio como jefe de la Patrulla de Acción Preventiva (PAP) de Merlo y en Investigaciones de la Unidad Regional 3, respectivamente. En ese momento, yo estaba como jefe de la Comisaría 8ª en Villa Mercedes.

—Inicialmente, los Arias y el primer abogado que tuvieron, Miguel Ángel Agundez, manifestaron fuertes sospechas sobre César Albelo, el joven con quien Brenda había roto su noviazgo horas antes de desaparecer. ¿Qué los llevó a descartar el nombre de él?

—No estuve al comienzo de las averiguaciones. No quiero decir que fue un error policial, pero uno de los pilares de una investigación es no aferrarse a una sola hipótesis. (La instrucción) creyó que la hipótesis de Albelo era la contundente. Trabajaron sobre eso y se escaparon muchas cuestiones que después a la comisión le costó recuperar. A pesar de todo, profundizamos en la línea de Albelo, y logramos determinar que él no estaba en Villa del Carmen en el horario en el que Brenda salió de su casa y desapareció. Por diferentes testigos, que no estaban conectados entre sí y que no tenían vínculo con Albelo, establecimos que desde antes de que Brenda saliera de su domicilio él ya estaba en Villa Larca. Estuvo en un restaurante y en otros puntos de la localidad. Estos testigos eran imparciales e independientes. No había interés de ellos para mentir a favor en Albelo. Y, en paralelo que verificábamos esto, trabajamos en otras líneas.

—Elva "Negrita" Garayalde, la madre de Brenda, sostuvo sus dudas sobre Albelo prácticamente hasta que falleció, en octubre de 2017. Ella refería que le resultó muy extraño que, tras años de noviazgo y de visitas a su casa, él nunca más se acercara a la familia, tras la desaparición de su hija.

—Es que era tan fuerte la duda de la familia Arias hacia Albelo que no quería ni arrimarse. Es más, cuando él ya tomó confianza, también le aportó información a la comisión.

—En su momento también investigaron a otro amigo o allegado a Brenda, conocido como "Bato" (Norberto Rey Pedernera), a quien le secuestraron un auto para hacer pericias.

—Exactamente. Con información y trabajo de calle, hicimos un informe específico sobre "Bato". Y obtuvimos de él datos que no había aportado en su momento a los anteriores investigadores. "Bato" fue compañero de trabajo de Murúa en la avícola, pero no eran del mismo grupo de amigos.

—¿"Bato" no había dado cierta información por una pretensión de ocultamiento?

—Lo que sucedió, en realidad, es que la gente del pueblo tenía reticencia a hablar con los primeros investigadores. Nos llevó bastante tiempo construir la confianza, para conseguir testimonios que ellos no habían obtenido. Gracias a esa información que nos llegó, iniciamos el criterio que nos llevó a Murúa. Y lo confirmamos cuando nos llegó el historial de llamadas telefónicas, que la anterior instrucción no había pedido. De eso surgían claras contradicciones en las declaraciones de Carolina Pereyra, la entonces pareja de Murúa y amiga de Brenda, sobre la última comunicación que ellas tuvieron el sábado 11 de julio de 2009, día que la chica desapareció.

—¿Cuáles eran esas contradicciones?

—Respecto a los horarios, por ejemplo. Carolina dijo que la última comunicación había sido a las 20:45, aproximadamente. Sin embargo, a posteriori de esas comunicaciones, hubo un intercambio de mensajes casi hasta la hora en la que Brenda salió de su domicilio. La comisión también se entrevistó con Elva, la madre de Brenda, para que nos contara con todo detalle cómo fueron esos últimos momentos de la chica, qué les había expresado. Se determinó que había algo muy importante que no estaba en el expediente. La chica les dijo a los familiares "me voy a comer a lo de 'Coco' Torres con Carolina y Juan". Y eso no estaba asentado. A la primera instrucción solo les manifestó que su hija les había dicho que se iba a comer a lo de "Coco" Torres con unos amigos.

—Y esas comunicaciones, ¿han sido efectivamente con Carolina, o pueden haber sido con Murúa?

—Ahí está el tema. No determinamos en ese momento quién ha usado el teléfono en esas comunicaciones.

—Era el celular de Carolina, pero no se descarta que esa noche puede haberlo usado Murúa para contactarse con Brenda...

—Exactamente. Pero además, la comisión logró determinar que la relación que Murúa tenía con Brenda no era un "hola y chau", como él decía. La semana anterior a la desaparición de Brenda hubo una fiesta en la casa de una vecina, Yanina Cataldo. Estuvieron Brenda, Carolina y Murúa, entre otras personas. Una testigo contó que había un video de esa noche, y que ella lo vio. –NdP: en la filmación se ve a Brenda bailando sobre una mesa, con Murúa. Él la sostenía por atrás. Brenda tenía el video en su celular, se lo mostró a la testigo, y luego lo borró–. Por otro lado, tanto Brenda como Carolina y Murúa se juntaban en el comedor de "Coco" Torres. Testigos los han visto transitar por el pueblo, tanto a los tres juntos como a Brenda solo con Carolina y a Brenda solo con Murúa. Todos esos elementos se fueron acumulando, ayudaron a crear la hipótesis primaria y vimos que estábamos en el camino justo.

—¿Cuándo toma fuerza la línea investigativa que marcaba a Murúa?

—Policialmente surge en 2010, aproximadamente. Lo que sucede es que hicimos una recopilación de información a los fines de que, cuando fuese oportuno, se largara toda una batería de llamados a testificar. Pero no queríamos hacer notar hacia dónde estábamos orientados, debido a que había tanta reticencia de parte de los familiares de Brenda, que en algunas oportunidades ellos mismos terminaron frustrando algunas medidas. Luego, tuvimos el apoyo de algunos parientes, como Carlos Arias.

—¿Murúa fue citado inicialmente a declarar?

—Declaró a pocos días de la desaparición de Brenda. En la Policía dio una declaración de tres renglones. No se lo tocó nunca más. Ni siquiera para que ampliara, por si surgían contradicciones después.

—¿Y en esos tres renglones, qué dijo?

—Que la relación que tenía con Brenda era un "hola y chau". Que no había otra relación con Brenda.

—¿Ustedes creen que Carolina pueda haber sabido o sospechado que Murúa había matado a su amiga Brenda?

—Hay una escucha en la que la madre de Murúa habla con un hijo que está en Mendoza y le dice "yo no sé por qué Carolina le tiene tanto miedo a Juan". Y empezamos a razonar. Por esa fecha, ya se habían separado. Carolina no vivía con otra persona. Carolina le dejaba ver los chicos a Murúa. Carolina no lo había denunciado para que le aportara dinero. Carolina estaba viviendo con la madre de Murúa, en Los Hornillos. ¿Cuál era el temor de Murúa? Que Carolina hablara, que se le saltara la chaveta, como se dice, y lo mandara al frente. Ése era el miedo, que la tenía tan acosada a Carolina. Quedó plasmado en el expediente que ella pudo tener conocimiento de lo que ocurrió, no sé si en el momento, pero sí después del hecho.

—¿Cuándo se fueron Murúa y Carolina de Villa del Carmen?

—Debe haber sido a mediados de 2011, aproximadamente. Ya estábamos a cargo de la investigación. Luego nos dimos cuenta de que había gente que no hablaba justamente por temor a Murúa, que seguía en el pueblo. Que él ya no estuviera en el pueblo nos sirvió, porque muchas personas que habían tenido problemas con él o que le tenían miedo se animaron a hablar.

—¿Qué buscaba Murúa con Brenda?

—Un testigo –Gastón Torres, quien fue compañero de trabajo y amigo de Murúa–declaró que quería tener una relación con ella. La forma de actuar de Murúa era casi obsesiva hacia las mujeres, en general. A través de varios testimonios obtuvimos un perfil: las seguía, las acosaba, les insistía, les paraba el auto en la puerta. Muchas veces hasta las intimidaba para que salieran con él. No tenía problemas en acosar a las mujeres, inclusive de los amigos que los frecuentaban a él y a Carolina. No tenía códigos, no tenía escrúpulos. También supimos que era hábil en el uso de armas de caza, que era conocedor de la zona, que cultivaba marihuana y era consumidor. Si tenía que pelearse, lo hacía. No le importaba el trabajo. Era cruel con los animales. No era buen vecino, había tenido problemas en la Municipalidad. Luego del hecho, la vida de Murúa empezó a desmoronarse.

—¿Entonces hubo un antes y un después para Murúa después del asesinato?

—Sí, y eso fue un indicio más. Albelo, por ejemplo, siguió su vida normal. Murúa cambió totalmente: tuvo problemas con vecinos, con compañeros de trabajo, con las autoridades. "Bato" nos dio muchos de estos datos, que nos introdujeron en los problemas que Murúa había tenido en el ámbito laboral, por ejemplo. Y surgieron otras situaciones, como que sustraía elementos y combustible y que sabía manipular, desarmar el reloj de entrada, en el que fichaban en la avícola. Hubo un antes y un después tanto en la personalidad de Murúa como en la investigación misma, ya que cuando empezamos a tener los primeros indicios del comportamiento de Murúa también hubo que tomar las cosas de otra forma, ya que la familia de Brenda no compartía esta sospecha.

—¿Qué importancia tuvieron las pericias relacionadas a teléfonos?

—Por un contacto a través de la Policía Federal se hizo nuevamente la pericia a los teléfonos, con sistemas más avanzados que los que había en 2009, 2010. A través de la Policía Judicial de Córdoba solicitamos muchas medidas en relación a los historiales telefónicos. Por intermedio del Servicio de Inteligencia se hicieron escuchas telefónicas a un círculo de personas que guardaban interés para la causa, y algo nos aportó. Una cosa es la llamada pericia física del teléfono, que se hace para rescatar la información que tiene el aparato en sí, y otra cosa es la información que ha generado el teléfono, las comunicaciones, que son los historiales telefónicos, los mensajes de texto. Con la pericia que hizo la Policía Federal, se arribó a la misma información que surgió de la pericia que ya habían hecho en San Luis. Es decir, sirvió para reforzar o ratificar. Y fue útil porque la familia expresaba muchas dudas (sobre la prueba a los teléfonos practicada aquí).

—¿Cuándo la comisión tuvo el convencimiento de que Murúa era el sospechoso?

—Me terminé de convencer justamente cuando recibimos la información de los cruzamientos telefónicos. Los testimonios nos decían muchas cosas, pero ahí surgen variantes. Distinto a ya tener un elemento material como las pericias con teléfonos, que cotejamos con declaraciones que Carolina había dado en el juzgado. No puede decir que ahí fue presionada.

—Luego ya entraron en el proceso de establecer dónde estaba Murúa...

—Sí. Cuando esto ya estuvo encaminado y empezamos a tomar declaraciones y a mandar los primeros cuerpos al juzgado, apareció su vinculación con estos otros hechos por los que ha sido investigado en Córdoba –Ndp: Murúa fue condenado por dos casos, uno por violencia de género contra Carolina Pereyra, y otro por el intento de abuso de una sobrina menor, hecho por el que fue castigado a cuatro años y diez meses de prisión, en un juicio abreviado–. En base al trabajo que realizábamos, fuimos contactados por la Policía Judicial de Córdoba, con quien ya teníamos vínculo, por ciertas circunstancias que ellos investigaban. El intercambio de información que hubo nos ayudó a concluir y a generar también dentro del seno familiar de Murúa la colaboración. –NdP: otra sobrina, hermana de la chica abusada, ratificó en el juicio oral que Murúa le había dicho que había matado a Brenda–. Cuando ya estábamos en la etapa final, por pedir la detención, quedó preso en Córdoba por la causa de la sobrina abusada. Si no, lo hubiéramos arrestado antes.

—¿Qué sintió al enterarse de la condena?

—Fue una satisfacción, después de tantas cuestiones internas y externas que extendieron la investigación. Sentí que nuestro trabajo había sido fructífero, que no había sido en vano.