El amor aparece cuando uno menos lo espera. Se dice que el amor cuando existen diferencias culturales es algo que se ve solo en las películas y en los cuentos de hadas, pero la historia de Vinzenz y Ailén desafía esos preconceptos desde hace más de diez años.
Todo comenzó en el año 2010, cuando la sanjuanina Ailén Juri llegó a Weitnau, un pueblo de Alemania, gracias a un programa de intercambio del Rotary Club. En la escuela conoció a Vinzenz Wilmink, quien terminaría convirtiéndose en su compañero inseparable.
“Llegué allá y pasé por tres familias distintas, siempre en la misma escuela y por eso nos hicimos muy cercanos con Vinzenz y sus amigos. Estuve un año allá”, aseguró Ailén en diálogo con Diario Huarpe.
El joven alemán aún tiene grabado a fuego el flechazo que significó conocer a la sanjuanina: “Todavía recuerdo ese año de 2010 cuando la vi entrar a mi clase de inglés en mi escuela. Ahí nos hicimos amigos y, junto a otros amigos, le prometimos que volveríamos a visitarla”.
Algo más que una amistad había nacido en aquel pueblo ubicado entre las montañas germanas. A su regreso a San Juan, Ailén no tardó en tener noticias de Vinzenz: “Él me escribió por mensaje y me dijo que venía a verme con unos amigos. Fueron seis meses en los que estuve muy nerviosa. Era mi momento, tenía que decidir si sucedía ahora o no verlo nunca más, y le dije que sí”.
Una vez que el joven alemán arribó a Argentina, emprendieron viajes juntos por todo el país, hasta que en las cataratas del Iguazú se dieron el primer beso, que aún recuerdan.
El viaje de Vinzenz continuó por otros países de Latinoamérica pero ella siempre estuvo presente en sus pensamientos: “Me fui tres meses a Perú mientras Ailén estudiaba y tenía que tomar una decisión. Tenía miedo de volver a Alemania porque si volvía, capaz me quedaba allá. Cuando volví a San Juan, llamé a mis padres y les dije que me quedaba. No esperaban la noticia y estaban tristes y sorprendidos, pero sabían que me quedaría donde era feliz”.
Desde ese entonces iniciaron una vida juntos, pero la adaptación no le resultó fácil al joven alemán: “Al principio costó mucho, por supuesto. No estudiaba y tenía que trabajar sabiendo muy poco español. Trabajé en una pizzería y en una distribuidora hasta que pude empezar a estudiar y aprendí también con los familiares de mi pareja”, señaló.
Seis años después y fruto de ese amor nació Liam, su hijo y un año después se casaron. Hoy Vinzenz es casi un sanjuanino más, aunque aún le cuesta entender los tiempos provincianos: “Una de las cosas a las que más me costó adaptarme fueron los horarios. Acá las cosas, como las reuniones familiares, son más extensas. En Alemania son más programadas”.
Actualmente, Vinzenz trabaja una empresa multinacional dedicada a la venta de maquinaria, mientras que Ailén se desempeña en una reconocida firma local. Cada año, la pareja viajaba a Alemania para visitar a la familia de Vinzenz, pero la pandemia postergó sus planes: “Tenemos muchas ganas de ir y pasar un tiempo allá. Sólo queda esperar a ver qué pasa”, aseguró Ailén.