Cuando muchos pensaban en a penas sobrellevar la vida en plena cuarentena, una mujer de Santa Cruz estaba recibiendo la mejor noticia que cambiaría su vida: ser madre. Se trata de Clara, una santacruceña que al saber que no podía tener familia por cuestiones biológicas, decidió anotarse y adoptar. Tres años después logró el objetivo y como familia monoparental.
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Fue en el 2009 que la mujer se radicó en El Calafate y hace ya tres años se inscribió en el Registro Provincial de Aspirantes a Guardas con fines de Adopción, sin embargo, no iba muy entusiasmada por el simple hecho de no tener pareja, y de ya suponer que el trámite sería difícil.
Lo que parecía que iba a ser difícil para ella, no resultó de tanta espera, teniendo en cuenta que el pedido que realizó Clara era muy inclusivo, no discriminaba a los jóvenes con capacidades diferentes ni a los niños mayores de cuatro años. Por lo que el llamado llegó, relativamente, rápido.
“En su momento yo opinaba como mucha gente y decía que todo era lento. Estando en pareja nos habíamos inscrito en Buenos Aires y fuimos a cuatro o cinco provincias llevando nuestros papeles y eso bajoneaba por la cantidad de trámites que tenías que hacer”, recordó. Sin embargo, en el 2017 se separó y se volvió a inscribir en la provincia de Santa Cruz como familia monoparental. “Acá pude mandar los papeles por correo, viajé una sola vez a Río Gallegos. Empecé en abril de ese año y pude completar la carpeta en noviembre” pero “creía que iba a estar en desventaja por no tener una pareja. Pensaba que, dentro de las posibilidades, iban a buscar una familia tipo. More llego a desmitificar un montón de cosas”, dijo.
En los detalles, la mujer contó: “Puse que quería adoptar a un niño o niña de hasta cinco años y después lo rectifique y puse hasta siete, que podía ser con hermanos, que el sexo no importaba y con discapacidad leve”.
Ante esto, el llamado llegó en marzo del 2020, días previos a que se decretara la cuarentena estricta, e incluso, un día antes de que la niña, More, cumpliera nueve. “Fue muy movilizarte, empecé a llamar a la familia, amigos, y vi que todos estaban en la misma espera que yo”, dijo con una sonrisa.
“Fue muy loco. Me acerqué, le olí el pelo y le dije que tenía olor rico, le pregunté si quería que la peine y me dijo que sí, y como a mí me habían anticipado que le gustaba mucho Mostaza, le dije que me iba a comer ahí porque tenía mucha hambre y que si quería venir. Se puso la campera y desde entonces no nos separamos nunca más”, relató Clara.