Un hombre que estuvo detenido en Río Cuarto denuncia tortura policial

La abogada Rosa Sabena se presentó este viernes en la Fiscalía de Primer Turno de Río Cuarto y denunció "tortura policial" hacia Mauricio Alfredo Agüero, un hombre de 45 años domiciliado en el oeste de la ciudad.

El hombre fue detenido el sábado 30 de junio por "resistencia a la autoridad" y permaneció en la comisaría de Barrio Abilene hasta el jueves 5 de julio, período en el que sufrió, según las palabras de la abogada, una "grave tortura policial".

“El sábado 30, entre las 14.30 y las 15, luego de una discusión que tuvo el señor con un vecino, la policía ingresó al patio de este señor sin ningún tipo de orden de allanamiento y comenzó a golpearlo”, relató a los medios locales Rosa Sabena.

Y agregó: “El señor empezó a sentir golpes porque estaba agachado encendiendo el fuego (se trataría de una persona muy humilde) y se acercó la policía y él sintió golpes y vio que era la policía”.

En su relato la letrada afirmó que Agüero fue esposado por la policía y trasladado hacia la Comisaría de Barrio Abilene. "Tiene innumerables lesiones en las manos y en las rodillas de lo que lo han golpeado. Como lo llevaron arrastrando, tiene lesiones en la cabeza", declaró.

Sabena contó que en la comisaría lo tuvieron más de una hora y media arrodillado, sangrando. E indicó que la Justicia deberá actuar ante la denuncia formulada. 

"La Justicia tiene que tomar medidas y queremos que se pidan los libros de guardia para saber quiénes son los policías involucrados porque este señor le reconoce la cara, pero no sabe los hombres”, continuó.

La denuncia presentada es por apremios ilegales, tortura policial y exceso en el cumplimiento del deber de los funcionarios públicos.

Por su parte, el damnificado contó que teme por su vida y dijo que teme por su vida. "Estoy temiendo por mi vida. Me dijeron que me van a pegar un tiro en la cabeza si yo hacía esto que estoy haciendo con la doctora”, expresó.

Y agregó que cuando lo llevaron hacia el interior de la comisaría, lo mantuvieron arrodillado, durante una hora bañado en sangre. “Me sacaban fotos y se reían”, contó.