Viviana, "comencé hace 30 años el trabajo voluntario en Cáritas de la parroquia San Pablo. Al empezar tenía tres pequeñas hijas y ellas me acompañaron para poder ayudar a los más vulnerables. Al principio tuve el apoyo de mis esposo y a medida que pasaban los años, nacieron mis otros cinco hijos".
"La tarea del hogar con ayuda de todos se fue sobrellevando, se cuidaban unos a otros, para que yo pueda ir todos los miércoles, viernes y los días necesarios para realizar mi servicio".
"Cada uno de mis hijos fue creciendo y formaron sus familias, pero siempre les voy a estar agradecida porque comprendieron que tengo dos familias, Cáritas es mi familia".
"La gran mayoría de las veces, no solo se entrega mercadería y ropa, sino todo asistido necesita de un abrazo, una caricia, alguien que los escuche. Yo los respeto mucho a cada uno de los que fueron por años y a los que siguen viniendo. Además a cada voluntaria la siento como una hermana, con defectos y virtudes, pero como una familia".