La Policía de la Ciudad comenzó este lunes a utilizar las pistolas Taser en las diferentes estaciones de subte, centros de trasbordo y en las 15 comunas porteñas.
Fueron asignados 60 dispositivos a la División de Intervenciones Rápidas (DIR), personal de la División Subtes e integrantes del grupo especial División de Operaciones Especiales Metropolitanas (DOEM).
¿Qué son y qué hacen las pistolas Taser?
Se trata de armas de baja letalidad y envían descargas eléctricas de 400 volts a través de dos cables, durante un lapso de cinco segundos que, aplicados sobre la persona, hace que ella se inmovilice de inmediato.
Los volts son enviados a través de dardos. La orden es que se utilice en personas violentas o en estado de desequilibrio, pero no les ocasione un daño permanente.
Además, logran grabar toda la secuencia a través de imágenes y audio, por lo que se puede comprobar todo lo que sucedió en el momento en que acciona el dispositivo.
¿Cómo fueron capacitadas las fuerzas de seguridad para usar las pistolas Taser?
El proceso de capacitación sobre el uso de las pistolas Taser se llevó adelante en el Instituto Superior de Seguridad Pública de la Ciudad. Personal de la empresa que las fabrica capacitó a los instructores, que a su vez, y durante tres semanas, entrenaron a 250 policías.
La centralidad de la capacitación estuvo en el uso y protocolo, para que la respuesta de la seguridad sea acorde a la situación de violencia o agresión que se esté desarrollando.
A su vez, cada uno de estos oficiales estará acompañado por un compañero de la fuerza, que portará un arma convencional de fuego.
En total, son más de 107 países que utilizan este tipo de armas, entre los que se encuentran Estados Unidos, Australia, España, Italia, Brasil, Colombia o Francia, entre otros.
¿Cómo puede afectar al cuerpo el impacto de una pistola Taser?
Según especialistas médicos, el impacto de una de estas armas puede generar diferentes reacciones en el cuerpo, según donde golpee. En ese sentido, si los dardos caen cerca del corazón, se podría dar un aumento drástico del ritmo cardíaco de la persona, que podría pasar de 72 latidos por minuto hasta los 220.
Esto puede provocar hasta la muerte de la persona que recibe las descargas eléctricas, como se ha denunciado en varias oportunidades en los países mencionados anteriormente.