La investigación del brutal triple femicidio ocurrido en Florencio Varela sumó esta madrugada un nuevo capítulo. Ariel Giménez, de 29 años y de nacionalidad argentina, fue detenido acusado de haber sido contratado por la banda narco para cavar el pozo donde enterraron los cuerpos de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez.
Giménez fue capturado cuando regresaba a su domicilio en Florencio Varela. Fuentes judiciales indican que su rol no habría sido el de asesino directo, sino el de colaborador logístico: fue responsable de cavar la fosa y sepultar los cuerpos.

Este arresto se suma a otros cinco realizados previamente. Entre ellos figuran Magalí Celeste González Guerrero (28), Miguel Ángel Villanueva Silva (27), Daniela Iara Ibarra (19), Maximiliano Andrés Parra (18) y Lázaro Víctor Sotacuro, quien fue detenido en Bolivia como uno de los conductores que trasladó el vehículo usado en los crímenes.
Las fuentes explicaron que, durante el allanamiento previo, se secuestraron elementos reveladores: una pala, un pico y un parlante que habían sido ocultados por una vecina a pedido de Giménez. Esos objetos ya estaban identificados como elementos utilizados en el enterramiento.

La detención aporta un elemento clave para reforzar la hipótesis de que los asesinatos fueron premeditados. Que el “pozo” fuera hecho antes del momento del crimen sugiere que los culpables disponían de recursos y planificación para llevar adelante el ataque.
Mientras tanto, las autoridades mantienen la intensa búsqueda internacional de Tony Janzen Valverde Victoriano, alias Pequeño J, señalado como el autor intelectual del brutal episodio. Él continúa prófugo, con orden de captura nacional e internacional.

El fiscal de la causa, Adrián Arribas, encabezará la próxima ronda de indagatorias. Se espera que Giménez y los otros detenidos aporten detalles sobre la cadena de mando, el financiamiento del operativo y los vínculos con la red narco que apuntan a liderazgos extranjeros.
Con esta nueva captura, la causa avanza con piezas logísticas que antes eran invisibles al público. Pero “Pequeño J”, el eslabón fundamental, sigue sin aparecer. Para las familias, para la justicia y para la sociedad quedó claro: no habrá paz hasta que todos los responsables sean identificados y condenados.