El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, el cuarto banco más grande de Estados Unidos, se declaró en quiebra. Frente al posible colapso del sistema financiero, los índices bursátiles se desplomaron ante lo que ya parecía ser la peor crisis desde la Gran Depresión del 29. El banco dejó una deuda de 691.000 millones de dólares y a 25.000 empleados en la calle.
Luego del atentado a las Torres Gemelas y como intento de detener la recesión, el gobierno aposto por la desregulación de los mercados, la expansión del crédito y la baja de impuestos e intereses. Los bancos otorgaron hipotecas desmedidas a clientes que no contaban con la capacidad de pago.
De 2005 a 2007, en el corazón de la burbuja inmobiliaria que otorgaba créditos hipotecarios a compradores insolventes, Lehman Brothers, que compró muchos préstamos inmobiliarios, registró ganancias récord. Pero, los precios de las viviendas subieron y dejaron de ser accesibles, miles de clientes dejaron de pagar sus hipotecas y los bancos empezaron a presentar problemas de liquidez.
Desde mediados de 2007 el banco comenzó a acumular pérdidas, y el golpe de gracia llegó nueve meses después, el 16 de marzo de 2008, con la casi quiebra de otro banco de inversiones, Bear Stearns.
Al borde de la bancarrota por sus apuestas desastrosas en los créditos inmobiliarios riesgosos, Bear Sterns fue comprado por migajas por JP Morgan Chase, bajo la égida de la Reserva Federal, una medida que socavó la confianza de los mercados que comenzaron a apostar por la caída de Lehman. Las autoridades intentaron hallar un comprador para Lehman, y negociaron primero con un banco surcoreano y luego con Bank of America y Barclays.
Estados Unidos acababa de nacionalizar una semana antes a los gigantes de la refinanciación hipotecaria Fannie Mae y Freddie Mac, que garantizaban más de 5 billones de dólares de préstamos. Y eligió finalmente dejar caer a Lehman.
Al no hallar comprador para el gigante bancario que enfrentaba una grave crisis de liquidez por el creciente default de créditos inmobiliarios riesgosos, las autoridades estadounidenses abandonaron a la institución centenaria.
El sistema financiero de Estados Unidos se hundió y los mercados a nivel global colapsaron. Por medio de distintas políticas fiscales y financieras se buscó inyectar capital público para frenar la crisis. Otra solución fue bajar las tasas de interés por parte de los bancos centrales. También, otra solución fue un programa de compra de deuda pública para que los Estados pudiera endeudarse a niveles más bajos. En el caso de Europa, el Banco Central Europeo implementó un programa de compra de deuda con el objetivo de transmitir confianza al sistema financiero.
La deuda pública mundial incrementó considerablemente como consecuencia de todas estas medidas extremas para inyectar liquidez en el sistema financiero. El mercado logró estabilizarse en el 2010, pero los efectos continuaron hasta el 2015.
¿Cómo afecto la crisis a Argentina?
Según los datos recopilados por el portal económico, Ambito, Argentina se posicionó como la quinta economía con más crecimiento entre el Grupo de los 20. Se ubicó por detrás de China (+8,5), India (+5,6), Indonesia (+4,5) y Australia (+2,7%). Aunque con discutidas implementaciones, ya que los pilares para sostener la actividad argentina fueron una mayor intervención estatal, un incremento del gasto público y el mantenimiento de el superávit tanto comercial como fiscal.