Con 26 años, el cordobés Miguel Margara fue convocado al servicio militar obligatorio y, más tarde, a la guerra de Malvinas. Entre el frío, el hambre y los maltratos, conoció a un oficial que le brindo refugio a él y su compañero, Silvio, y con quien guarda una historia que trascendió más allá de la guerra.
Se trata de José Esteban Francisco Bottaro, un marino mercante retirado que se había ofrecido como voluntario para defender las Islas Malvinas. El hombre era capital del barco Isla de los Estados, lugar en el que los soldados compartieron un banquete con Bottaro.
Malvinas: el bombón suizo que los unió para siempre
En medio del conflicto de Malvinas, Margara forjó una amistad con Bottaro, un oficial de 33 años a bordo de un buque de transporte. Ante las distintas adversidades que enfrentaban los soldados, Bottaro lo invitó junto a su amigo Silvio a comer. Luego de esquivar distintos controles, lograron concretar el encuentro. “Nos dio una hamburguesa, un poquito de puré y un vaso de vino. Fue algo maravilloso”, recordó Margara.
Al finalizar la cena, Bottaro entregó a cada uno un “caramelo”. Margara, sin comerlo en el instante, expresó a Esteban un deseo de buena suerte en su viaje de regreso de las Islas. La respuesta del oficial fue premonitoria: “Primero tenemos que salir”, dijo, insinuando la incertidumbre de su destino.

El lunes siguiente, el buque Isla de los Estados, donde viajaba Bottaro, fue atacado y hundido por una fragata. La mayoría de sus tripulantes murieron; Bottaro, uno de los tres sobrevivientes iniciales, logró alcanzar una pequeña isla, pero falleció por hipotermia. Su cuerpo fue rescatado por otro navío y trasladado a la zona donde se encontraba Margara.
Una noche, mientras buscaba alimento, Margara halló el cuerpo de Bottaro, cubierto por una colcha blanca sobre unos tambores, algo que lo paralizó. El 17 de mayo, se llevó a cabo el entierro del oficial. Según contó Margara, se ocultó en un gallinero y observó con profunda tristeza la ceremonia fúnebre, que contó con la presencia del mayor Minorini Lima y un trompetista para el minuto de silencio.
Según contó el cordobés, los restos de Bottaro fueron trasladados al Cementerio de Darwin más tarde. “Sé exactamente en qué lugar está. Si voy, lo puedo encontrar”, dijo.
El inesperado reencuentro con Esteban Bottaro
Margara atesoró el envoltorio del “caramelo” junto otros objetos preciados de la guerra. La historia llegó a oídos de un productor televisivo, quien decidió darla a conocer por redes sociales. Fue así que, a 43 años del hecho, la hija de Esteban Bottaro se enteró de la existencia del cordobés.
Ángeles, con 53 años, se contactó con Miguel y confirmó que aquello que atesoraba Miguel no era de un simple caramelo, sino la envoltura de un bombón suizo, su preferido, y que su padre solía darle para “malcriarla”. Ángeles instó a Margara a conservar el papel, ya que él había sido de las últimas personas en ver a su padre con vida.
La conexión se profundizó en un museo itinerante en Córdoba. En 2005 o 2007, en el Paseo Buen Pastor, Margara, entre 80 cruces de Malvinas, eligió una y descubrió el nombre de Esteban Botaro. “No es casualidad que haya ocurrido eso. Él te está mirando y de alguna manera, te está observando”, le dijo Ángeles a Miguel.
“Yo quedé realmente paralizado por la casualidad”, relató. “Encontrar ese nombre en la primera cruz, el nombre de la persona que años atrás me dio este caramelo, y cuya hija se comunicó conmigo 43 años después”, siguió.
“Hay una conexión que va más allá de lo que uno puede medir en este estado. Hay comunicaciones que no se dan por casualidad, sino porque hay algo dando vuelta”, cerró Miguel.