En la noche del 1 de agosto de 2024, el exdirigente de derechos humanos e hijo de un policía desaparecido, Fernando Albareda, asesinó a su madre de 76 años. Lo hizo en un acto que él mismo describe como una “explosión de odio ancestral”, según dijo a La Voz.
Asimismo, el hombre aseguró que el crimen detonó por una disputa económica y por profundas heridas familiares ligadas a la desaparición de su padre en la última dictadura militar argentina.
FERNANDO ALBAREDA CONFESÓ EL CRIMEN DE SU MADRE
Desde la cárcel de Bouwer, Fernando admitió haber asesinado a su madre, Susana Montoya. También narró los eventos que lo llevaron a convertirse en el “victimario” de quien, según su relato, fue también su “victimaria”. “No sé si estoy arrepentido”, afirmó.
De acuerdo a sus palabras, el detonante del homicidio fue una discusión sobre el cobro de 76 millones de pesos, una indemnización por la reconstrucción del legajo policial de Ricardo Fermín Albareda, exmarido de Susana y padre de Fernando.
REVELÓ LOS DETALLES DEL CRIMEN DE SUSANA MONTOYA
Susana había prometido una parte de este dinero a los hijos de Fernando, pero días antes del crimen se retractó, anunciando que se lo daría a Ricardo, el otro hijo. Tras la discusión, mientras su madre le daba de comer a los perros en el patio, Albareda la ahorcó con una soga.
El ataque no terminó allí: la golpeó con una piedra y un ladrillo, le clavó un cuchillo y trató de quemar el cuerpo. Para desviar la investigación, escribió una amenaza falsa en una pared: “Los vamos a matar a todos. Ahora van tus hijos. HDP. #Policía”.
Más allá del dinero, el crimen tiene raíces en un profundo odio y una historia familiar marcada por el trauma. Fernando vinculó a su madre con la desaparición de su padre en 1979, sospechando que lo entregó a sus asesinos. Descubrió un documento policial firmado por ella, donde confirmaba que su padre era militante del PRT, y cuestionó que su madre recibiera pensión y trabajo policial tras la “baja deshonrosa” de su padre. A pesar de sus reiterados intentos por obtener la verdad, Susana siempre lo negó.
El hombre contó que su infancia estuvo signada por la ausencia de su padre, los maltratos de su abuelo y madre, y su posterior internación en un instituto de menores donde sufrió abusos por parte de profesores. Relató que su madre nunca lo visitó en el instituto y que incluso autorizó a uno de sus abusadores a llevarlo a su casa. Esta serie de eventos lo llevaron a sentirse una “persona rota” y “destruida por la dictadura”.
FERNANDO ALBAREDA: CÓMO SIGUE EL CASO EN LA JUSTICIA
Desde su encierro en Bouwer, Albareda insistió en que no hubo premeditación. Si bien intentó que el crimen “parezca otra cosa” para “no perjudicar a su familia”, hoy busca que se conozca su versión de los hechos.
Confesó haber “fallado” a los organismos y agrupaciones de derechos humanos que lo acompañaron. Su estado actual es de profunda ambivalencia: “No sé si hice bien, no sé”, reflexionó sobre si con este acto, quizás, hizo “justicia”. La fiscalía, por su parte, sostiene que la causa está elevada a juicio y que el ataque fue premeditado.