Los casos de síndrome urémico hemolítico (SUH), que provoca graves secuelas en los niños –la mayoría necesita un trasplante renal–, por fortuna están bajando en la provincia Córdoba.
Según datos del Boletín Integrado de Vigilancia del Ministerio de Salud de la Nación, los reportes descendieron un 20 por ciento en un año. En la ciudad, la situación es similar. Los casos bajaron de 20 a 17, aunque el rango etario de los niños se amplió.
"Desde hace tiempo venimos controlando carnicerías, para que los comerciantes compren mercaderías en lugares seguros. Pero lo que más influyó fue el cambio de mirada. La gente ya no asocia únicamente el SUH con la carne mal cocida. Ya sabe que además la gran fuente de contagio se produce de una persona a la otra, por una mala higiene", indicó Alicia Rondini, jefa del Laboratorio de Alimentos de la Municipalidad.
Según los reportes nacionales, la mayor cantidad de casos se registra en niños de 2 a 4 años. Sin embargo, la jefa del Laboratorio municipal advierte que este año se amplió la franja etaria, abarcando a pequeños de entre 6 y 9 años. También se registraron lactantes. Por esta razón, la prevención se focaliza los controles de higiene, especialmente en jardines maternales.
"Hay que insistir con el lavado de manos –alertó Rondini–. Hay riesgo de contagio por materia fecal, así como también en la lactancia si las condiciones no son las más higiénicas".
Trabajo de hormiga. Otro de los logros de este año, a nivel municipal, fue la relación de un caso particular con la fuente de contagio, que logró ser identificada después de un análisis de campo. Esta es la primera asociación entre un caso y su fuente en Córdoba. Y la cuarta en el país.
"No es fácil encontrar el alimento o el motivo que provocó el contagio. El período de incubación de la bacteria es entre una semana y 15 días. Es muy complicado revisar todo lo que el niño consumió en ese tiempo, pero en este caso lo logramos", dice Rondini.
Todo comenzó en febrero con la denuncia de una madre. Su hijo había comido un chorizo mezcla (de carne de vaca y cerdo) y se había infectado con la bacteria. Los inspectores de Calidad Alimentaria visitaron la carnicería donde la mujer refería que había comprado y resultó que en el comercio había una serie de chacinados sin datos de procedencia.
El carnicero confesó: le había comprado a un vendedor ambulante que pasaba todas las semanas por el barrio, en distintas horas del día. Ahí comenzó un trabajo de hormiga, con visitas a todos los establecimientos de la zona aledaña a barrio Urquiza y se decomisaron más productos de la misma procedencia. Por desgracia, el vendedor se fugó. Pero la buena noticia es que no se reportaron nuevos contagios de esa misma fuente.
Un cambio de "chip". Especialistas insisten en un cambio de mirada.
Aunque se asocie a esta enfermedad con el “mal de la carne cruda”, en realidad los riesgos de contagio son más amplios. También influye la mala manipulación de alimentos –no conviene mezclar tablas y utensilios que se utilizan para cortar carne y verdura– y la falta de hábito del lavado de manos, especialmente cuando se sale del baño.
Los derrames cloacales también son un riesgo potencial. En la calle, los niños se atan los cordones y se llevan las manos a la boca, por ejemplo. O tragar agua en ríos y piletas no controladas es otra medida a tener en cuenta.
Especial cuidado se debe tener con los niños, ancianos y enfermos crónicos. No hay riesgo de transmisión vertical (de la embarazada a su bebé), pero sí hay que tener cuidado con los lactantes.