Por Juan Manuel González.
Las negociaciones con cada "franquicia" de la Clínica del Cannabis eran constantes entre Laje, sus colaboradores cordobeses y los socios que iba sumando en todo el país, hasta su caída, el 30 de agosto último, cuando fue detenido.
"El 100 por ciento del riesgo por lo que se está haciendo me lo estoy morfando yo, como jefe de la banda", dijo a uno de sus asociados durante una tensa negociación por cómo dividir las utilidades.
En otra oportunidad, Laje arengó a uno de sus colaboradores para aumentar la producción: “Hasta que esto no sea legal, la única variable que nos diferencia de la enorme cantidad de cosas que están pasando en nuestras vidas es la entrega o no del aceite”.
Y remata la arenga: "Fuera del personaje que yo inventé y la gente escucha, lo único que nos diferencia en el mundo es que tuvimos los huevos suficientes para empaquetar el cosito y entregárselo a una persona".
Lo de "personaje que yo inventé" sería rescatado por la fiscal Gómez en la acusación contra el médico Carlos Laje: "Él se encontraba a la cabeza de la organización (...) y trabajaba en la formación de un personaje que disfrazaba su fin puramente lucrativo con la vocación de servicio, orientado a ganarse el consenso social, mientras se mostraba como un erudito en el uso medicinal del cannabis, pero lo cierto es que sólo repetía lo que el encargado de su laboratorio le decía que dijera".