Por Fabricio Esperanza Especial
Cada año, los meses secos y ventosos dan lugar en zonas rurales y serranas a los temidos incendios forestales, fenómenos que arrasan con furia miles de hectáreas de bosques, pastizales y en algunas ocasiones hasta viviendas.
Son habituales las imágenes, de noche o de día, de bomberos metidos en el medio de la humareda dando pelea con agua en el mejor de los casos (no siempre se puede llegar con vehículos), o a chicotazo limpio, a frentes de fuego que suelen tener kilómetros.
Gabriel Salcedo pertenece al Plan Provincial de Manejo del Fuego y es bombero desde hace 28 años en el cuartel de Alta Gracia, uno de los que más actividad suele tener por su cercanía a las sierras y también a campos. Día a Día se fue hasta la ciudad del Tajamar, y entre las autobombas y las ambulancias escuchó cómo es la rutina caliente de un laburo difícil, riesgoso, y que requiere de mucha vocación de servicio.
–¿Qué es lo más complicado en un incendio forestal?
–Todo depende de la topografía donde ocurra y en gran medida del clima. Cuando hay viento, humedad menor al 40 por ciento y altas temperaturas, es un combo feo. Cualquier cable de alta tensión, gente que hace quema de hojas o un fuego de asado mal apagado, y chau, tenés un incendio. Un incendio en zona serrana es difícil por el acceso.
–¿Qué otras características tiene?
–Siempre hay una cabeza, que es la que corre y es la más brava y difícil de apagar. También tenés los flancos, y está la cola del incendio que es la va en contra del viento. En casi todos los casos, la dirección del viento cuando se da el fuego es norte-sur. Generalmente, se ataca desde la cola hacia la cabeza. Cuando se dan algunas condiciones y se toma más coraje, se puede ir directo al frente, y si lográs controlarlo lo tenés prácticamente contenido al fuego. El tema es que se pueden armar “dedos” o puede cambiar la dirección del viento.
–¿Hay estrategias ante cada foco?
–Claro, y la tecnología y la precisión de los pronósticos son de gran ayuda. Cuando se declara un incendio vos podés ver las probabilidades climáticas y preparar el trabajo en función de esos datos: intensidad y dirección del viento, nubosidad... También se hacen sobrevuelos y se diagrama el ataque, teniendo en cuenta los recursos disponibles.
–Se habla mucho del compañerismo y la camaradería. ¿Es así?
–Totalmente. Más allá de las jerarquías, frente al fuego somos todos iguales, es la mejor parte de este trabajo. Y son situaciones extremas, donde los lazos se afianzan. Nos cuidamos mutuamente, de eso se trata, de apagar incendios pero que regresen todos, y bien.
–¿Cuál fue el incendio más difícil que recordás?
–La seguidilla del año 2013, cuando se quemó gran parte de las sierras. Eso sí que fue tremendo, por la cantidad de días, por la superficie quemada... No se terminaba más. Recuerdo que estábamos en Villa Alpina apagando uno, cuando se declaran tres focos más en simultáneo acá cerca de Alta Gracia. La prioridad siempre es resguardar a los pobladores, así que lo primero fue evacuar las viviendas en riesgo.
–¿Se trabaja mucho de noche?
–Sí, porque hay más humedad y el viento se calma, la temperatura cede y se hace más fácil.
–A un médico se le pregunta qué relación tiene con la muerte. ¿Cómo es tu relación con el fuego?
–Vamos de la mano, y estamos ahí a ver quién gana. Gracias a Dios vengo bien y esperemos que la cosa siga así.
–Dijiste que lo mejor es el compañerismo. ¿Qué es lo peor?
–A veces acudimos a accidentes de tránsito en el que hay víctimas, y lamentablemente en ocasiones son criaturas pequeñas. Eso sí que es duro. De hecho, cuando volvemos de algo así, en el camión vamos todos callados. Cuando llegamos al cuartel nos reunimos y hablamos entre todos, como para sacarnos eso de adentro, de lo contrario te hace mal.
–¿No hay horarios en la vida de un bombero?
–Hay una estructura. Acá en Alta Gracia somos 87 bomberos y eso da para hacer rotaciones, pero eso se termina cuando nos llaman, porque si el siniestro es grande los que no están de guardia también son convocados. En ese sentido, es un trabajo de 24 horas.