La Cordillera, aquello que sospechamos

La nueva película que tiene a Ricardo Darín como protagonista entrega una visión cargada de lugares comunes sobre la política y el poder.

La Cordillera, aquello que sospechamos
La Cordillera\u002E

​Por Gonzalo Toledo.

El contraste entre un presidente mundano y los próceres que lo miran desde el lienzo, anticipa la atmósfera que acompañará a La Cordillera, a lo largo de su desarrollo errático.

Podría pasarse por alto el detalle, pero el contraste en cuestión aporta muchos datos para intuir cuál es la noción que se tiene en esta película de lo que es la política. Es una mirada cándida, casi infantil, la de establecer una dicotomía próceres versus políticos de hoy, abonando una visión romántica del pasado que muy pocos pueden esquivar.

En La Cordillera, la política viene a ser todo eso que sospechamos en casa. Y la política, por lo menos para los que vivimos de este lado del Planeta, viene siendo más o menos el ejercicio del mismo juego de miserias y traiciones que desarrollaron los romanos desde que pusieron de pie a la gran ciudad de la Antigüedad.

Eso, más un comienzo con lento carreteo y algunos diálogos con mucho sabor artificial (nadie en el país diría que tal “consume drogas”, por ejemplo) entre los asesores del presidente Blanco (Ricardo Darín), marcan un primer tramo que parece no dejar precisiones de hacia dónde va la acción.

A esto, se le suma un compendio de lugares comunes en torno a la política y a las tensiones entre mandatarios de países latinoamericanos que se reúnen en una Cumbre, al pie de Los Andes chilenos, que son un deleite para el espectador.

Bien acompañado por Érica Rivas, en el rol de una estratega de comunicación, Darín le da vida a este presidente argentino, celoso con el magnetismo de su par brasileño y al límite de las bromas futboleras con las que Mauricio Macri cree romper el hielo, ante cuanto mandatario se le cruce.

Pero su personaje no va más allá de eso, se mueve entre una crisis política, las sospechas de deslealtades varias y un grave problema familiar como si todo fuera lo mismo para él, y en eso carece de mayores profundidades.

Para complicarla, los diálogos nunca lo ayudan y menos cuando se busca dar una referencia intelectual, que naufraga cuando intenta completar la afirmación que lanza el afiche de la película de que “el mal existe”.

Estrena el jueves 17, en los cines de Córdoba.