Sin embargo, en términos relativos, la carne vacuna en la Argentina es un auténtico “regalo”. Se trata de un fenómeno completamente evidente para los turistas que visitan el país, dado que ese producto es un […]
Para los consumidores argentinos, con salarios pulverizados por una inflación creciente, todo resulta caro y en algunos casos directamente inaccesible.
Sin embargo, en términos relativos, la carne vacuna en la Argentina es un auténtico “regalo”. Se trata de un fenómeno completamente evidente para los turistas que visitan el país, dado que ese producto es un lujo en la mayor parte de las naciones del mundo.
En el último año la “canasta cárnica vacuna” medida por el Indec mostró una inflación interanual del 78,9% versus un 118,6% el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
Es decir: la carne vacuna sigue “corriendo por detrás” a la inflación al registrar un atraso anual de casi 40 puntos respecto del promedio general de alimentos.
El principal causante de ese fenómeno es una sequía que viene afectando desde el año pasado a buena parte de la región pampeana argentina y que obliga a muchos empresarios ganaderos a desprenderse forzosamente de hacienda para “liberar” campo ante la falta de recursos forrajeros.
Otra variable clave que juega en contra es la pauperización del poder adquisitivo de los argentinos, quienes, frente a la aceleración inflacionaria, vienen comprando cada vez menos cortes bovinos (en realidad vienen comprando cada vez menos de todo).
Si bien la crisis social argentina no es nueva, sí lo es el hecho de que la demanda internacional, que hasta el primer tramo del año 2022 venía muy firme, comenzó luego desacelerarse. Y también cayeron los precios de exportación en simultáneo con una progresiva pérdida de competitividad del sector exportador cárnico potenciada por los cupos de exportación, derechos de exportación y “retenciones cambiarias”.
El fenomenal “subsidio” que tiene actualmente el valor de la carne bovina no es gratuito, porque se “pagará” en los próximos años con una menor oferta de hacienda que promoverá seguramente subas importantes de precios, dado que, debido a la falta de incentivos económicos, la “fábrica” de la ganadería –las vacas– está experimentando un retroceso tanto en términos numéricos como en condición corporal.