No existe país del mundo actualmente que no tenga caballos árabes siendo hoy Estados Unidos, el país que más caballos árabes posee hoy más de 100 mil ejemplares, mientras que en Argentina el número ronda los 5.000.
Por otra parte, tanto su hermosura como su inteligencia, agilidad y resistencia hacen del caballo árabe el mejorador de raza por excelencia ya que en la actualidad, casi todas las razas domesticadas del mundo tienen un porcentaje de sangre árabe.
En la Argentina, su influencia indirecta se encuentra en el caballo criollo, descendiente de los primeros caballos españoles quienes son a su vez descendientes de los caballos árabes que ocuparon la península ibérica durante 800 años. Además el SPC, proviene de tres caballos árabes (Byerley Turf, Darley Arabian y Godolfin) siendo así la influencia del caballo árabe enorme en la Argentina dado que el SPC y el Caballo Criollo son dos de las razas más voluminosas de la cría Argentina.
La belleza del caballo árabe oculta en sus preceptos características que buscan la mayor funcionalidad y el perfecto caballo de silla: Cuello arqueado y largo para que no solo pueda regular su punto de equilibrio sino que concentre su atención en el piso obedeciendo las órdenes del jinete mientras la limpieza de su garganta asegura una fluida respiración cuando recorre grandes distancias. Una cabeza con gran cavidad craneal para almacenar su gran cerebro y ojos bien separados para que pueda ampliar su radio de visión hacia adelante y hacia atrás. Su paleta de 45* le permite el característico movimiento largo que parece flotar y le aseguran un mayor recorrido en cada paso optimizando cada brazada al recorrer grandes distancias.
El desarrollo del genotipo, el temperamento y otras características son el resultado de selección llevada a cabo durante cientos de años. De hecho, la selección natural en el rústico ambiente del desierto donde solamente los fuertes y sanos sobreviven, jugó un papel importante en el desarrollo de la raza, así como su constante trato con el nómade que recorría el desierto lo dotó de un carácter noble y compañero.