Este dólar-soja es, básicamente, el valor oficial de la divisa ajustado por inflación. Los detallistas señalan que el Banco Central estaría comprando dólares a $200 que luego debería vender a $145. Aunque la Tesorería prometió darles un bono por la diferencia, como negocio podría explicar el salvaje déficit del balance de la entidad monetaria. Pero se cumpliría con el Fondo, el plan económico del gobierno. Y, por otra parte no menos importante, muestra que Massa logró la subordinación política de Miguel Ángel Pesce, titular del BCRA, para ser el verdadero Primerísimo inter pares.
Claro que además de estos juegos matemáticos, algunas cosas consigue el Ministro. Por ejemplo, la bajadita de los dólares alternativos que junto a cierta aceleración de la devaluación oficial van achicando la brecha entre las --ahora son 12-- divisas disponibles en el mercado. Hoy, esa brecha ronda el 80%, menos que el 130%/150% de semanas atrás, pero sigue muy alta. También está ayudando, y no es menor, una recepción más friendly por parte de funcionarios del gobierno estadounidense, del FMI y otros organismos crediticios y por los habituales inversores que visitará en su gira por los Estados Unidos. Destrabar los créditos del BID, que incluyen US$1.200 millones para las reservas (US$500 millones llegan antes de fin de mes), es uno de sus logros.
Tampoco es caprichoso el lapso del dólar-primavera, ni los US$5.000 millones que mencionó Massa. Tiene que cumplir con la revisión de las metas acordadas con el FMI. El camino descendente del déficit es un dato dudoso, pero se puede manejar, así como la ausencia de emisión para financiarlo. Resta el tema crucial de las reservas. Según los datos de Econométrica, las reservas netas de la Argentina son de US$1.400 millones y deberían llegar a los US$6.4000 a fin de mes para cumplir las metas. La cifra de US$5.000 puede ser un fallido, pero es lo que necesita. Suena como a mucho para ser fruto sólo de la venta de los productores, pero con fuerza y optimismo todo se puede, al decir del embajador Daniel Scioli, que no pudo.
La relativa estabilidad cambiaria (parece que ningún analista prevé ya un cambio brusco en la cotización del dólar) podría impulsar otra de las patas del todavía no desplegado plan económico: buscar fondos en el mercado de capitales. Se puede pensar que hay fondos ociosos que buscan el rendimiento superior al 100% que ofrece el BCRA. Claro que aquí nos enfrentamos con el problema de convencer a los inversores de colocar su capital a un plazo que roza las elecciones de 2023, PASO incluídas. Para eso están los fondos públicos, la deuda intra-pública que muchas veces no se toma en cuenta. El Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSeS es una vaca que se puede seguir ordeñando, aunque para el futuro se desfinancia el sistema previsional. Así como las disponibilidades de los bancos públicos.
En este contexto de relativa calma, escenografía mediante, hay un “temita” adicional que por ahora no se discute mucho: comprar dólares es emitir pesos. Miles de millones de pesos que no pueden salir a la calle y que deberían ser absorbidos por las Leliq’s del BCRA, incrementando el déficit cuasifiscal de la entidad. Un daño colateral esperable.