Aunque todavía queden dando vueltas en el aire los ecos de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, lo cierto es que el evento deportivo más importante en la historia del país ya es parte del pasado. Un pasado que no debe quedar marcado solo por la euforia de haber conseguido la mejor actuación de la delegación albiceleste.
El pasado inmediato debe servir de aprendizaje para elaborar políticas deportivas a futuro. Argentina finalizó en el top 10 del medallero (aunque la competencia juvenil no establezca un orden competitivo), con 11 oros, seis preseas de plata y nueve de bronce, pero esto no significa que de la noche a la mañana, nuestro deporte se haya convertido en una potencia mundial.
Al medallero (o los resultados obtenidos) hay que saber leerlo y ser inteligentes al delinear el camino a seguir. No nos debe ganar la euforia ni el exitismo tan propio de los argentinos. La realidad indica que los deportes en equipo crecieron o se mantuvieron dentro del rendimiento esperado; que algunas disciplinas individuales (como el atletismo, la natación o el boxeo) se destacaron y hacen presuponer un despegue.
Pero para despegar es necesario continuar trabajando. Es indispensable que los deportistas que participaron de estos Juegos mantengan el apoyo económico y la posibilidad de seguir preparándose al lado de los más experimentados. Es importante que tengan rodaje y puedan seguir compitiendo alrededor del mundo. Un mundo que, con un dólar a casi $40, cada vez se torna más lejano.
La mayoría de estos chicos ya empieza a mirar a los Juegos Olímpicos absolutos (de mayores) de Tokio 2020 o París 2024 y, quizá, dos años sea una brecha demasiado grande cuando se debe competir de igual a igual con países desarrollados. Nuestros deportistas deberían enfocarse en su preparación sin tener que lidiar con el pago de becas y cuestiones burocráticas a las que ninguna disciplina escapa.
Al deporte argentino le urge continuar con una planificación a largo plazo, con planes de detección de talentos y con una clara política deportiva en la que la educación no pase a un segundo plano. Si se le da continuidad al trabajo realizado para la tercera edición de los Juegos Olímpicos de la Juventud entonces el deporte argentino tendrá futuro. Un futuro construido en base a un presente que ya forma parte del pasado.