Por Gillespi
El rock argentino ha cumplido 50 años. Un verdadero aluvión de músicos y talentos se encolumnaron detrás de ese sonido rebelde y, de alguna manera, cambiaron el rumbo de nuestras vidas.
Buenos Aires a mediados de los ‘60 resonó en la misma frecuencia que Londres o San Francisco. Casi de una forma inexplicable desde el último rincón del planeta estuvimos en sincronía con esas nuevas formas que sacudían los cimientos de sociedades conservadoras y cerradas, dominadas por los adultos.
Los jóvenes por primera vez luchaban por sus vidas.
Los Gatos, comandados por Litto Nebbia, en su periplo porteño, tocaban en bailes y festivales. Moris y los Beatniks salían en la tapa de los diarios sensacionalistas por haberse metido semidesnudos en una fuente y su tema “Rebelde Soy” empezaba a sonar en algunos programas radiales trasnochados.
Miguel Grinberg, recién llegado de Estados Unidos, contaba a sus amigos sus experiencias iniciá- ticas con los protagonistas de la generación Beat norteamericana.
Hablaba de hippismo y formó parte de La Cofradía de la Flor Solar con artistas de La Plata.
Pipo Lernoud escribía poemas en papelitos sentado en los bancos de Plaza Francia y era habitué de un pequeño local nocturno llamado La Cueva, ubicado en la Av. Pueyrredon 1723, donde antes funcionaba el cabaret Jamaica, por esos tiempos convertido en un club de jazz, por donde desfilaban músicos como Billy Bond, Javier Martínez, Tanguito, Moris, Sandro, Nebbia y Alejandro Medina.
Allí pasaban largas noches zapando temas de jazz, blues y el novedoso rock, en distintas formaciones improvisadas. Cuando el boliche cerraba seguían las tertulias en La Perla de Once, una pizzería ubicada frente a Plaza Miserere.
Los Gatos, Manal, Billy Bond y La pesada del Rock and Roll, Los Beatniks, Miguel Abuelo y Los Abuelos de la Nada fueron algunas de las bandas pioneras de ese movimiento inesperado llamado "Rock Argentino". Poco tiempo después, cuatro jóvenes compañeros de un colegio secundario de zona norte formaban Almendra, con una nueva impronta, combinando sonoridades de la música beat, jazz y una omnipresente atmosfera tanguera. La canción "Muchacha ojos de papel", cantada por Luis Alberto Spinetta, se transformó en un verdadero éxito de ventas (el fenómeno anterior había sido "La Balsa", de Los Gatos). Los sellos discográficos aún no entendían nada de este nuevo fenómeno y no sabían tratar a los músicos, a los que querían adoctrinar imponiéndoles que versionaran canciones de moda de otros países, además de hacerles firmar contratos abusivos donde casi no cobraban regalías por sus discos. El productor Jorge Alvarez con su sello Mandioca supo ver el fenómeno desde el primer momento y ofreció a los músicos una plataforma desde donde editar los discos de esta nueva música. Billy Bond, por su parte, contribuyó a la grabación de varios discos utilizando las madrugadas del estudio de grabación que nadie quería. Un buen día audicionó a dos jóvenes delgados (también estudiantes de la escuela secundaria): eran Charly García y Nito Mestre, que tenían un puñado de canciones en formato acústico y se llamaban Sui Generis.
Bond y Jorge Alvarez (trabajaban juntos) vieron su talento y los hicieron grabar su disco debut para el novedoso sello “Talent” (Mandioca ya no existía mas) con Billy Bond como productor artístico, quien además proveería de músicos más experimentados que participarían de la grabación. Claudio Gabis, en guitarra, y Alejandro Medina, en bajo (ambos del trio Manal), acompañarían a los Sui Generis. El disco se llamó “Vida” y rápidamente se convirtió en un éxito de ventas, con la banda realizando cientos de recitales y actuaciones televisivas.
El rock se consolidaba como un movimiento que atraía a miles de jóvenes, como quedó registrado en masivos festivales como Buenos Aires Rock BaRock.
La dictadura militar de los '70 expulsó a varios artistas que supieron cautivar a otros públicos: Aquelarre y Moris emigraron a España y Litto Nebbia a México. Ya en la década del '80, muchos artistas conquistarían latinoamerica, entre ellos Soda Stereo, Charly Garcia, Miguel Mateos y Los enanitos verdes