Quedarán por siempre sus diagonales eléctricas, sus goles con la Selección Argentina y anécdotas relatadas en primera persona, como cuando reconoció que nunca quiso abandonar la villa o que le metió un gol borracho a River Plate. Pero el mito René Houseman tiene un costado humano, el de un abuelo que hizo las paces con sus demonios internos y nunca se creyó un dios del fútbol.
"En realidad, lo que nunca me gustó fue trabajar, así de simple. Me levanto tarde, al mediodía; me quedo por el barrio; los sábados voy a ver a Excursionistas y también a Huracán cuando juega de local. Así estoy con paz y tranquilidad. Generalmente me quedo en casa todo el día mirando televisión. No hago nada", le explicó René a Esteban Gaitán, periodista de Vía País y autor del libro "Después del fútbol, hay vida", un compilado de historias sobre cómo varios futbolistas de renombre como Carlos Bilardo, Sergio Batista, Ricardo Bochini y Ubaldo Fillol, entre otros, transcurrieron su vida desde el momento en que colgaron los botines.
A continuación, transcribimos el capítulo dedicado al campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978, que hoy falleció víctima de un cáncer de lengua.
UN MUCHACHO DE BARRIO
Llegué al barrio de Belgrano como un extranjero. Caminé algunas cuadras hasta llegar a Avenida del Libertador y Echeverría, pensando que lo volvería a encontrar de pura casualidad como hacía un año atrás. Allí, René es como uno más y sabe camuflarse entre la multitud, no es el campeón del mundo ni la estrella de rock que aparenta ser, y se lo suele ver dando vueltas o charlando con algún vecino. El encuentro se hacía desear y, por cansancio, tomé aire y me animé a preguntar por Houseman en una ferretería de la zona.
¬- Siempre lo veo a René por acá, ¿sabe dónde lo puedo ubicar?
- Mirá, ¿ves ese edificio? Bueno, ahí lo podés ver.
Fui a la dirección señalada, toqué timbre y esperé. Cuando escuché la voz de Houseman en el portero eléctrico bajé la cabeza –como si estuviese enfrente mío– y le expliqué el motivo de mi molestia. “Ahí bajo”, me respondió. Quedé sin palabras: era la muestra inconfundible de que estaba ante un tipo humilde y sin divismo. Resulta poco común tener a un ex jugador que levantó la Copa del Mundo con una actitud tan natural –algo común para los de esa camada–. Al mismo tiempo, es rarísimo encontrarse en una primera entrevista con un tipo tan transparente, al punto de que en el barrio conocen sus horarios y hasta dónde vive. La sorpresa mayor fue la elegancia con la que bajó para recibirme: camisa lila y bien perfumado.
A pesar de la tranquilidad que reina en el presente de Houseman, supo pasar por distintas experiencias y problemas que marcaron su trayectoria y despedida del fútbol. Ser villero –como él mismo se define- lo marginó de varios lugares. La concepción del fútbol como pasión y no como profesión también atentó contra sus deseos, y su problema con el alcohol, el más grave, definitivamente, marcaron su carrera de tal modo que llegó a jugar borracho un partido contra River por el Metropolitano 77. Ante esta situación, optó por el camino de la recuperación y dejó ayudarse por profesionales y por su familia. Houseman analiza su problema con las adicciones.
“Estuve internado 22 días en el Hospital Durand. Me llevó mi hermana, yo pensaba que iba a estar un rato y después me volvía. ¡Pero estuve tres semanas! Me asusté y dije: no tomo más. Si no hubiera estado internado, por ahí hoy seguía chupando... En lo futbolístico, me quitó las piernas; hubiese jugado muchos años más. Y en lo personal, me perdí la oportunidad de ver crecer a mis hijos. Decí que me interné, sino hubiera seguido chupando como un loco”.
Detrás de esa respuesta hay un aluvión de emociones y de ideas. Podría haber jugado algunos años más pero decidió que era el momento de bajar la persiana. La influencia del alcohol le trajo consecuencias para la recuperación física, el bienestar y la reputación, generando también efectos adversos en el rendimiento. Una verdadera pena, ya que sólo tenía 32 años.
La psicóloga Romina Plataroti hace referencia al mundo de las adicciones y analiza las variaciones que pueden llegar a darse en estos casos, en los que hay varios aspectos que son determinantes a la hora de la observación.
“Hay un factor genético que se combina con el entorno, sobre todo con lo que uno vive en la infancia; es claramente influyente. Pero no significa que, por ejemplo, dos personas que vivan en una casa con padres golpeadores, en un futuro tomen una postura similar; ahí quizás lo genético y la particularidad de cada individuo hacen que sea más proclive a una postura determinada. Eso no significa que el contexto social influya y mucho, combinado con ciertos factores biológicos. Es una mezcla de esas dos cuestiones”.
El alcohol y el cansancio de seguir ciertas reglas lo empujaron al retiro. Sin embargo, en el día de su despedida, quedó todo de lado y nada ni nadie arruinó su último y único partido con la camiseta de Excursionistas en 1985. Era una ocasión especial: se despidió con un estadio repleto y en el club del que es hincha.
“Fue el día perfecto, no podía pedir más. Me emocionó ver la cancha llena, no lo esperaba. Encontrarme con compañeros que no veía hacía muchos años me puso muy contento. Fue uno de mis días más felices”.
Si uno se pone a analizar los días posteriores a su retiro, no fueron traumáticos; eso no quiere decir que no haya sentido el cambio. El tema de tener que levantarse todos los días era una condición que le pesaba y mucho. Si fuese por patear la pelota y nada más, seguiría siendo jugador de fútbol. Dentro del combo están incluidos los entrenamientos, las concentraciones y otras responsabilidades que requieren de cierto rigor. Y Houseman siempre vivió a su manera. De hecho, si bien hubo alguna posibilidad de trabajar en algo relacionado al fútbol, nunca agarró ninguna propuesta por el simple hecho de que su tiempo lo quiere destinar al descanso y a la familia.
“Como insistís con el tema del laburo. ¿Vos me querés ver trabajar, no? En realidad, lo que nunca me gustó fue trabajar, así de simple. Me levanto tarde, al mediodía; me quedo por el barrio; los sábados voy a ver a Excursionistas y también a Huracán cuando juega de local. Así estoy con paz y tranquilidad. Generalmente me quedo en casa todo el día mirando televisión. No hago nada”.
A los problemas les responde con fútbol. Esa es su vía de escape. La estrategia inicial consistió en hacer la plancha y la mantuvo en el tiempo. Más bien nunca se preocupó por ir al fondo de la cuestión e iniciar algún tratamiento.
Para el caso, el concepto de resiliencia viene al pelo para entender, desde el punto de vista profesional y científico, las razones por las que René no afrontó otros desafíos tras el retiro.
“Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos. Esa capacidad estuvo ausente en este caso. El ser resiliente no es ser extraordinario: esta capacidad está en toda persona. La tarea es desarrollar esta capacidad con actitud y firmeza”.
Por su parte, es fundamental tener en cuenta el contexto en el que Houseman se desarrolló.
René es de una época en la que la psicología no era lo que es en la actualidad, se trataba de un tema casi tabú. Saliendo de la determinación de no hacer terapia, en los años posteriores al retiro, no se puede permanecer indiferente ante la situación particular de Houseman; es necesario considerar el contexto en el que se crió, que es una escena del pasado que se impone en el análisis presente.
Convengamos que el impacto de vivir en una villa en el Bajo Belgrano y pasar a ser una figurita del fútbol argentino es un cambio difícil de procesar. “Yo era un pibe feliz al que no le faltaba nada en la villa. Me pasaba el día entero pateando contra el paredón”, recuerda Houseman, quien sabía desde que puso por primera vez un pie sobre una bocha que esa sería su amiga de por vida. Su día comenzaba temprano y se extendía a puro pelotazo en el potrero hasta altas horas de la noche; el fútbol marcaba el pulso de cada jornada.
Si vamos a detenernos en el estilo de vida, son distintas las variables que hay que tener en cuenta. El dinero, la exposición y el orden de prioridades alteraron el orden. De pasar de un hobby a una profesión, de un bolsillo vacío a una billetera abultada –con los peligros que eso puede llegar a significar en el tema vicios-, de ser rebelde a cumplir normas institucionales… Todo eso lo llevó a caer en lugares poco deseados y René hace un análisis de ese proceso.
“No extraño ser jugador, sino me tendría que haber pegado un tiro. Siempre estuve solo, no tuve necesidad de recurrir a ayuda de otro tipo; fui al psicólogo pero no me gustó. Ahora pasa que es más fácil agarrar dinero, es mucho más rentable jugar hoy. Siempre viví el presente, nunca pensé en el día de mañana. Cada uno está en su mundo, yo respeto a los demás y quiero que me respeten a mí. Todos tenemos una forma de pensar distinta”.
Al momento del retiro y en los años posteriores, la fragilidad económica fue algo que pesó e inclinó la balanza en su contra. Encima, lo que ganaba, lo malgastaba.
Según un estudio hecho por Xpro, organización caritativa que ayuda a ex jugadores de fútbol británico –no existe algo parecido en nuestro país-, tres de cada cinco jugadores retirados caen en bancarrota tan sólo cinco años después de terminar su carrera. ¿Las causas? Bienes muy caros que se deprecian rápido, inversiones ruinosas por mal asesoramiento, divorcios, etc. Esta institución llegó a tener tal éxito y rebote que recibe alrededor de 400 llamadas al mes.
No es fácil enfrentar solo esta problemática y más complicado es si ninguna de las personas a las que se puede consultar cuenta con una respuesta profunda que vaya a la raíz del problema. En Argentina, las opciones se las crea el propio deportista. En otras palabras, no se trata de una solución sino de un paliativo.
En primer lugar, la presencia de su familia fue una pata importante para mantenerse en pie y no caer en la desesperación. También, distintas personalidades del fútbol le permitieron hacer más llevadero ese proceso en lo económico, gracias a la contribución de la mutual de futbolistas y de una ayuda de Néstor Vicente, dirigente de Huracán y ex legislador.
“Estoy tranquilo gracias a la ayuda de mi familia, que me bancó cuando dejé el futbol. Nunca pensé en trabajar; seguí ligado al fútbol y eso en parte me ayudó. También mantenerme en contacto con cierta gente”.
No se trata de una especie de guerra entre el dinero y el fútbol. Ni tampoco de establecer una diferencia entre la vieja y la nueva escuela. Simplemente somos testigos de la evolución de la industria del fútbol. Hay muchos detractores que sostienen que el juego pasó a un lugar secundario, cuando en realidad el verdadero profesional sabe que no es así. Eso no quiere decir que se ponga en discusión la importancia del dinero que, valga la redundancia, es indiscutible.
En este sentido, la opinión de la Licenciada en psicología Nazarena Marchionne resulta ilustrativa para comprender la relación entre el dinero y Houseman.
“En algunos casos, el tema de la falta de educación en sectores vulnerables hace que la plata se vuele, hay recursos que permiten una mejor administración. Al vivir en una situación de vulnerabilidad y después pasar a ganar mucho dinero, se cae en el despilfarro. Algunos no se dan cuenta que ya no van a contar con ese ingreso y están en una burbuja que se relaciona con esos aspectos de la vida, que no se desarrollaron. No toman conciencia de que no van a tener el mismo ingreso. También pasa por qué hacer con la plata y cómo invertirla. Muchas veces es un cambio brusco el hecho de pasar de una situación económica muy precaria a ganar mucho dinero y en poco tiempo. Los jugadores no están preparados para esto y el entorno tampoco lo está, o se rodean de gente que no le interesa prepararlos para un buen manejo económico. Ahí creo que se ponen muchos intereses en juego y que, si no se está preparado mentalmente para afrontar el cambio, puede quebrantarlos”.
Al margen de cualquier consideración, René le dio relevancia a su familia en un intento por olvidar los males. La relación con sus hijos continúa siendo la misma; siempre fue un vínculo sano y pudieron disfrutar de cada acontecimiento a la par. En ese sentido, todo se fue acomodando; primero, la bendición de un nieto y ahora a la expectativa de que nazca el segundo.
“Estoy disfrutando de mi nieto, que es lo más importante que Dios nos ha dado. Esperando que los años no pasen tan rápido para disfrutar a mi segundo nieto, quien está en camino. Cambió el orden de prioridades cuando dejé el futbol”.
Trata de recalcar el concepto de familia para marcar, desde un principio, una distancia con respecto a cualquier otro aspecto; es el lugar en el que no es juzgado ni agredido. Pues suele suceder que los jugadores tienen la creencia de que con el fútbol se puede todo y no siempre –o casi nunca- es así.
En este nuevo período de René hay otro eslabón que es fundamental. El afecto de los hinchas le permite estar tranquilo con lo realizado. Poco a poco se fue convirtiendo en una especie de compañía en cada oportunidad que sale a dar una vuelta por su barrio. Al menos, es un aliciente para el “Loco”.
“La gente me sigue recordando con cariño, al igual que lo hacía cuando jugaba, y eso me gusta”.
Si bien el cariño de los hinchas en la calle es una caricia, la distinción como Personalidad Destacada del Deporte en la legislatura porteña ante más de 200 personas fue inolvidable. Su obra en Huracán y el fútbol que desplegó en ese equipo como intérprete de un estilo revolucionario en la década del 70 fue lo que le permitió ser reconocido el 8 de octubre del 2016.
Sobrevivió a las más duras pruebas de vida. Es un muchacho de barrio, criado en la villa, cuando la calle era más picardía que riesgo. Ya de chiquito asomaba futbolista: “Vieja, no te preocupes que estas piernas te van a salvar”, le decía a la mamá. Y, aún con actitudes personales por reprocharse, cumplió la promesa.