Entre los cientos de dirigentes que el Frente de Todos tiene en la provincia de Buenos Aires, Leonardo Grosso fue nada menos que el candidato en tercer término en la lista de diputados nacionales que encabezó Sergio Massa, seguido por la jefa del PAMI, Luana Volnovich.
Como referente del Movimiento Evita, Grosso es dentro del oficialismo uno de los principales representantes de las organizaciones sociales, y el dirigente de la primera línea de la política nacional más visible del colectivo LGBT (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transgénero).
En una entrevista con La Voz/Los Andes, el diputado nacional, de 36 años, habló sobre su salida del clóset pública y señaló que Alberto Fernández es el presidente llamado a coser la grieta entre los argentinos.
En la pelea entre la antropóloga Sabina Frederic y el abogado, médico y gendarme retirado Sergio Berni, Grosso no dudó en salir a apoyar a la ministra de Seguridad, y sostuvo que el Gobierno nacional está para generar grandes acuerdos de Estado, y que de ellos debe participar el Gobierno de Córdoba, que encabeza Juan Schiaretti.
—¿Puede haber cohesión en el Frente de Todos sin crecimiento económico?
—Tenemos una gran oportunidad. Alberto es el hombre indicado para conducir estos tiempos, porque viene con un objetivo claro, que es construir acuerdos nacionales. Esa es la única manera de sacar a la Argentina adelante. Suturar la grieta.
—¿Es posible acordar con Juntos por el Cambio?
—Nosotros vamos a intentarlo. Por supuesto. Son parte de la oposición que ha sido votada por gran parte de la población y tienen cosas para decir. Nosotros vamos a decir lo que pensamos. Acordar no quiere decir ceder ni imponer. Es empezar a pensar políticas de Estado más allá del gobierno. Por ejemplo, queremos acordar con el Gobierno de Córdoba, con el peronismo de Córdoba.
—¿Es posible eso? Fernández fue muy duro con Córdoba. Dijo, textual: "Los cordobeses no creen en el peronismo, les cuesta creer".
—Alberto es un tipo muy sincero. A mí me encanta que sea sincero y que diga lo que piensa permanentemente porque tampoco hay posibilidades de acordar si uno no dice lo que piensa. Eso no significa que no hagamos política para tratar de construir acuerdos. Hay un problema sobre el cual todos tenemos una misma mirada: que la Argentina engrosó el problema del hambre. Salvo [Miguel] Pichetto, que se la pasa diciendo que es una mentira, y yo lo invito a cualquier barrio del conurbano [bonaerense], donde verá comedores y gente con hambre, el resto de la sociedad argentina entiende que al hambre hay que resolverlo.
—En la Cámara hay al menos una decena de diputados y diputadas homosexuales. Usted es el primero en declararse abiertamente gay y el único hasta ahora en la historia, por lo menos en la política nacional, ¿no?
—No lo sé con exactitud, pero cuando hice la salida del clóset política, o bien pública, varios medios y periodistas me dijeron que era la primera vez que eso sucedía. También que fui el primer diputado en casarse con la ley de matrimonio igualitario.
—¿Por qué salió del clóset, siendo esto algo personal?
—Sentía una deuda con mi propio colectivo, teniendo un lugar de responsabilidad pública, y lo sentí mucho más durante los cuatro años de macrismo, por cómo retrocedieron los derechos que habíamos conseguido en materia de igualdad, no discriminación, justicia e inclusión social; cuando vi que dos pibas lesbianas que se estaban besando en la estación del subte de Constitución fueron detenidas, procesadas, juzgadas y condenadas; o cuando vi que unas maricas que se estaban dando un beso en un bar fueron echadas violentamente por el dueño; o cuando vi la cantidad de travesticidios y transfemicidios que aumentaron exponencialmente durante el macrismo, y la desarticulación de las políticas de igualdad y antidiscriminación que tenía el Estado. Todo ese contexto de cosas, más el proceso personal, el amor, porque yo me quería casar y proyectar una vida con mi pareja, se conjugaron en la decisión de hacer una salida del clóset política.
—¿Por qué se pelean los ministros de Seguridad de la Nación, Frederic, y de la Provincia de Buenos Aires, Berni?
—Es una falsa discusión. En términos políticos estoy de acuerdo con las decisiones que viene tomando Sabina Frederic. Quiero darle respaldo a una gestión seria, responsable, después de la barbaridad que significó Patricia Bullrich y el aumento exponencial de los índices de delito en la Argentina, contra lo que se intentó hacer creer. La verdad es que no tienen que estar discutiendo, tienen que estar trabajando. Necesitamos ganar conducción política en las fuerzas de seguridad.
—¿Despenalizar el consumo de marihuana es un camino para luchar contra el narcotráfico, como dice Berni?
—Hay que separar los tantos. Una cosa es la prevención del consumo y, para eso, la salud, la multidimensión del abordaje territorial, que es la perspectiva que asumirá la Sedronar, la prevención. Y otra cosa es el narcotráfico, un negocio estructurado en base a bandas, con contactos con políticos, jueces, policías, que hay que desarticular. Y para eso se necesitan fuerzas especiales, porque tienen mucha capacidad económica de sobornar funcionarios en el medio. Pasa en el mundo, no es que se me ocurre a mí. Patricia Bullrich ha puesto la persecución penal en el pequeño consumidor. Y ese es el fracaso de la política contra el narcotráfico: agarrar perejiles. Estoy de acuerdo con despenalizar el consumo en la medida que eso permita correr de eje algo que gasta mucho dinero del Estado y la Justicia y no resuelve el problema de fondo. Pero también quiero una política que ataque el narcotráfico. Es un flagelo y en estos años ha aumentado.
—¿En la Argentina hay presos políticos? Fernández dijo que no, que hay detenidos indebidos o arbitrarios, pero pidió que no se hable de presos políticos en su gobierno.
—El uso indebido de la prisión preventiva es algo que nosotros venimos denunciando hace fácil diez años, porque trabajamos violencia institucional, porque trabajamos con los pibes de los barrios, porque vemos que en la Argentina sos pobre y vas preso por las dudas. Cuando empieza a pasar por gente del poder político empieza a ser discutido por la sociedad. Hay que dar una discusión sobre la prisión preventiva. La Justicia utilizó su poder para perseguir opositores. El mejor ejemplo es Cristina [Kirchner]. Hay intentado disciplinar a Cristina y condicionar el armado opositor a partir de la persecución judicial contra ella. Milagro Sala también: persecución política a una opositora, lo que está cuestionado hasta por organismos internacionales.
—¿Milagro Sala es una presa política?
—Sí, claro. Hay que evaluar cada caso. Puede haber mucho abuso de los jueces, que es distinto a ser un preso político. Pero ella es una presa política. Otro preso político es Luis D'Elía.