Si algo le faltaba a Juan Manuel Locatelli era ser profeta en su casa.
Ya lo era en su tierra cuando hace unos meses atrás fue elegido por voto popular para ser parte del Paseo del Deporte en el Polideportivo Municipal de Tres Arroyos.
Claro que, esto de profeta en su casa está dicho desde la formalidad porque Manuel tiene el respeto y el cariño del club que lo vio nacer desde siempre, sin necesidad de homenajes, aunque el realizado el sábado por la noche en la reinauguración del Estadio Mario J. Pérez sea más que merecido.
Escribo estas líneas desde mi rol de periodista, desde la distancia necesaria para observar el contexto, buscando neutralidad sin perder la objetividad.
Conozco a Manuel como puede conocerlo cualquier persona: a través de sus logros deportivos y de sus declaraciones a la prensa sin haber tenido nunca el gusto de entrevistarlo.
Es cierto que fuimos compañeros en el Jardín de Infantes 903, que compartimos algunos cumpleaños y los recreos de nuestra infancia pero ese fue nuestro último trato.
En esto días recordé una anecdota. Una anécdota que consideré prudente que todo el mundo conozca y habla a las claras del tipo de persona que es Manuel Locatelli; una anécdota que por aquellos años me resultó intrascendente pero que con los años fue adquiriendo su valor.
La señorita nos explicaba la historia de San Martín y el Sargento Cabral. Aquel grupito de amigos que por entonces éramos, poco tardamos en decidir que en el recreo jugaríamos a “San Martín y el Sargento Cabral”.
Solo había un rol otorgado por peso propio, sin duda alguna Juan Manuel Locatelli sería nuestro San Martín, no porque lo haya pedido, sino porque ya de chiquito era un líder nato, era nuestro jefe implícito, sin necesidad de decirlo y sin necesidad de nombrarlo, por carisma, personalidad o desfachatez Manu ya se destacaba de todos nosotros y en su rol de jefe implícito sería él quien nombrase a su Sargento Cabral, rol que todos queríamos ocupar.
No recuerdo si hubo discusiones o muchos ruegos pero si recuerdo a Juan Manuel que cansado de mucho hablar y poco jugar, tomó la decisión salmónica: “Yo también quiero ser sargento Cabral, vamos a ser todos sargento Cabral”
Aquel día el jefe se puso a la misma altura que sus subordinados. Muchos años después recordé esta anécdota y entendí lo que significa ser un líder positivo; hoy vuelvo a recordarla y entiendo que líder se nace; que hay un don natural de buena gente que se trae, y que la experiencia no puede formar nada que ya no exista en nuestro interior.
Parece ser que para Juan Manuel los logros deportivos y los valores humanos van de la mano, y no uno sobre el otro.
Para graficarlo basta hacer 2 paralelismos, uno basado en la causalidad y otro en la casualidad.
La causalidad, ayer se reinauguró el Mario J. Pérez testigo directo de las primeras hazañas deportivas de Manuel y fue un grupo de entusiastas hinchas y dirigentes que decidieron homenajear a su máximo referente dentro de este contexto de celebración y dentro de esas cuatro paredes, merito, sin duda, a sus logros deportivos pero también a sus valores humanos.
La casualidad, el Mario J Pérez se reinaugura a pocas horas de celebrar un nuevo aniversario de Tres Arroyos, un Tres Arroyos que por voto popular decidió eternizar, hace apenas unos meses atrás, a Manuel Locatelli en el Paseo del Deporte.
Es el tercer deportista entre la rica historia deportiva de los tresarroyenses. Para que se entienda la hazaña: es el tercer elegido entre cientos de deportistas que lo merecen y sus hazañas solo quedaron por detrás de un quíntuple campeón mundial y de un subcampeón mundial, merito nuevamente a sus logros deportivos y a su condición humana.
Para finalizar basta decir que está claro que la experiencia de Manuel Locatelli le permitiría ejercer funciones en cualquier parte de la Argentina y el mundo, o en cualquier club que lo disponga, pero Manuel eligió para desarrollarse en esta etapa de su vida, su ciudad y el club de sus amores…y eso es un lujo para todos los tresarroyenses más allá de los colores que cada cual defienda.
Esfuerzo y dedicación, desde su regreso al club, son los valores que inculca a quien decida escucharlo.
Manuel ejerce la docencia desde su costado más humano, volcando toda la experiencia que acumuló en su periplo como deportista de elite pero que empezó a forjar entre las cuatro paredes del club que lo vio nacer, que lo catapultó y al cual regresó, no solo para devolverle prestigio y resultados deportivos, sino también valores para la formación de una nueva generación de jugadores, pero principalmente de personas, que llevarán en un futuro un globo grabado a fuego en el corazón y las enseñanzas para siempre de un tal Manuel Locatelli.