La Guerra de Malvinas fue uno de los acontecimientos que más marcó a los argentinos, y este 2 de abril se cumple 40 años del conflicto bélico. El recuerdo de los que murieron defendiendo a la patria y el reconocimiento para los que, a pesar de las adversidades, volvieron a suelo argentino es fundamental. Por eso recordamos cuando la santiagueña Aída Ordóñez, hermana del cabo segundo Ramón Edmundo Ordóñez, pisó Malvinas por primera vez.
La mujer, visiblemente emocionada, contó como fue su experiencia de visitar la tumba de dónde yace su hermano nacido en Termas de Río Hondo, que está ubicada en el cementerio de Darwin. Fue la primera vez que viajó a Islas Malvinas para visitar a su hermano luego de 37 años.
“Salimos a las 3 de la madrugada en el vuelo 802 de Andes, llegamos súper abrigados, pero nos sorprendió un clima casi primaveral, un día maravilloso, no corría viento, ni un pasto se movía, era una paz total”, recordó y aseguró: “Fue un viaje muy emocionante, a la vez gratificante, no hay explicación para un sentimiento tan lindo, yo tenía 15 años cuando mi hermano fue a la guerra”.
"Fue una ceremonia muy linda, muy emotiva cuando se tocó la trompeta, el toque de silencio, por parte de un excombatiente, y la gaita que tocó un inglés, una emoción impresionante", continuó con su relato.
Por último, mencionó cómo fue el proceso de reconocimiento de su hermano. “En octubre accedí para que se haga el ADN, si bien mi hermano fue identificado desde primer momento, para dejar de lado toda duda se nos solicitó la prueba de ADN, pero Geoffrey Cardozo, el militar inglés que enterró a los héroes argentinos, me ha garantizado que en esa tumba está mi hermano”, comentó a El Liberal.
Ramón Edmundo Ordóñez, el héroe que no se olvida en Termas de Río Hondo
El santiagueño tenía 19 años cuando lo llamaron para que vaya a defender a la patria en la guerra de Malvinas. Era el cuarto hijo de ocho hermanos; cuando nació, en su casa sonaba una canción titulada “El Gaucho Pachanga”, y ese fue su apodo que lo acompaña hasta el día de hoy en su lápida en el cementerio de Darwin.
A los 18 años. Según detalla Voces de Río Hondo, Ramón viajó en 1981 a Mar del Plata para trabajar durante la temporada de verano; al volver a su casa se enteró de que salió sorteado para hacer el servicio militar como marinero; y en enero del 82 lo llamaron para servir a la patria y fue la última vez que vio a su familia.
“Estábamos entusiasmados por tener un hermano marinero, pero no nos imaginábamos que iba a terminar en una guerra”, recuerdan sus hermanos. En abril, llegó una carta a Las Termas en las que le contaba que se iba a las Islas Malvinas y que “estaba entusiasmado”.
Pero esto, con el correr de los días, fue cambiando, y su familia empezó a sentir la angustia de Ramón en cada una de sus cartas: “Nos empezó a contar que la situación era difícil. Que no comían bien. Que hacía mucho frío, y que un día tuvieron que caminar 40 kilómetros en medio del barrio y el viento. Él era un negro aguerrido, así que para que nos cuente eso, lo tiene que haber sentido”, detalló su hermana Marta.
El 18 de abril, Ordóñez le cuenta a su hermana que sus palabras lo hicieron llorar y se sinceró: “Te cuento que estoy en las Islas Malvinas, y que esto que me está pasando no me lo voy a olvidar nunca en mi vida, porque estamos pasando un momento muy difícil”.
En puño y letra, le advertía que en dos días comenzaría la guerra, pero que no le cuente a su madre, porque él, para que esté tranquila, le dijo que en las Islas no pasaba nada. A inicios de mayo, volvieron a escribirse, y el marino le comentó que era feliz al tener noticias de sus seres queridos.
“Hasta el momento estoy bien gracias a dios, pero hace 8 días que estamos dándonos duro con los ingleses. Los estamos haciendo mierda. Volteamos 5 aviones de ellos, y nosotros perdimos dos nomás”, le contaba a su hermana y le confesó una terrible confusión: “No te imaginas la alegría que teníamos el otro día cuando derribamos un avión, pero resulta que había sido uno nuestro que andaba perdido”.
La última carta del santiagueño para su hermana llegó el 16 de mayo: “No tengo miedo, pero a veces me siento un criminal. Que dios me perdone. [...] A veces comemos algo, y a veces nada. Estoy bien gracias a dios y a la difunta correa. Esto se va a terminar pronto, dios quiera que sea así”.
Con el pasar de los años, una mujer que cuando estaba en la primaria mandó una carta de aliento a los soldados en Malvinas, llegó a Termas para entregar una cuarta carta de Ramón: “El viento y el frío son nuestro peor enemigo. No comemos bien, así que si podés mandarnos una tortilla, un chocolate, o dulces. Disculpa que te pida esto, pero lo hago porque mi familia es humilde y vive lejos”.
Ramón Edmundo Ordóñez murió el 6 de junio a las tres de la tarde, cuando faltaba una semana para que finalice la guerra, según le contó el oficial que estaba a cargo del grupo a la madre del joven. Al parecer, las esquirlas de una bomba que tiró un buque inglés lo alcanzaron, mientras defendía a su patria.
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