Uno de los mayores hitos en la carrera deportiva de Carlos Reutemann fue cuando se coronó ganador del Gran Premio de Mónaco, en una carrera memorable corrida bajo la lluvia. Fue hace 41 años, y lo hizo a bordo de un Williams al que pocos le tenían fe.
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Contra todos los pronósticos, Reutemann no brilló pero se mostró muy consistente en la conducción en aquellas 76 vueltas corridas el 18 de mayo de 1980, que habían tenido un arranque accidentado.
De entrada, quedaron fuera de competencia Derek Daly (Tyrrell), Jean Pierre Jarier (Tyrrell), Alain Prost (McLaren) y Bruno Giacomelli (Alfa Romeo). El Lole era el segundo piloto de la escudería británica, y ya en el inicio se mostró expectante desde un tercer lugar. Consideraba una “locura” pasar a quienes estaban delante suyo, su compañero de equipo Alan Jones y Didier Pironi de Ligier.
“En este circuito (por Montecarlo) es imposible. Además tuve el presentimiento de que Pironi estaba manejando con esto, que no se exprimía al máximo. Vi cómo Alan (Jones) lo buscaba por todos lados y no podía pasarlo”, había relatado tras la competencia Rutemann a El Gráfico.
Pero en la vuelta 24, Jones rompió el diferencial y debió abandonar la competencia. Entonces el santafesino quedó segundo, a dos segundos y medio de Pironi. Cuando parecía que este último se quedaría con el título, todo cambió. El piloto de Ligier patinó por el agua de la pista y chocó el guar-rail en una curva, y todo quedó servido al Lole.
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Sin embargo Reutemann tuvo que manejar con máxima precaución las últimas 20 vueltas, e incluso confesó que la segunda y tercera marcha no andaban bien, la goma trasera izquierda se desinfló y el auto había perdido equilibrio. Si bien quien estaba detrás suyo, Jacques Laffite, estaba a más de un minuto, el Lole no quiso cambiar neumáticos porque temía que si llovía más fuerte, los organizadores pararan la carrera.
Con mucha prudencia, como siempre se manejó en las pistas y en su vida política, el Lole se coronó y recibió el premio de la mano de su alteza Rainiero