La historia de Rosana del Valle Martínez Quinteros sorprende a muchos: tiene 46 años y lleva 28 en la Armada Argentina. Es sanjuanina y fue entrevistada por la Gaceta Marinera, donde contó sobre su vida y su amor por San Juan.
Rosana es suboficial primero, pero también es enfermera, auxiliar psicotécnica y técnica en instrumentología, radiología y traumatología. Ingresó a la Institución en el año 1993 y desde ese día cumple funciones en la Armada.
Hoy, lo hace en la Escuela de Suboficiales de la Armada (ESSA) en la Base Naval Puerto Belgrano (BNPB), ubicada en el sur de la Provincia de Buenos Aires, donde está encargada de la Sección Aptitud de la Dotación, Odontología y de la Red Covid-19.
La sanjuanina, que vivió en Zonda durante su infancia, contó que al momento de ingresa a la Fuerza tuvo que optar entre dos especialidades: operaciones o enfermería. “Elegí Enfermería, lo más cercano a mi sueño que era ser Médica Pediatra”, afirmó.
Para ella, la Armada “es familia, lealtad, honor, respeto, valores, humildad y, sobre todo, vocación de servicio; para Servir a la Patria hay que ser leal, respetuoso y humilde”.
Toda su carrera la destinó en el Hospital Naval de Buenos Aires, en la Base Naval Mar del Plata, y en Hospital Naval Puerto Belgrano. Sin embargo, la llegada de la pandemia de coronavirus la obligó a tener que trabajar de manera remota ya que es paciente de riesgo.
Luego de ser vacunada, regresó a su trabajo cotidiano en la Escuela de Suboficiales: “Estar a cargo de la Red Covid-19 de la ESSA implica estar pendiente todo el día en la atención de cada paciente y su grupo familiar, y realizar los posteriores seguimientos, en los que se verifica la sintomatología, y se monitorea la situación sanitaria real en cuánto avanzan o disminuyen los síntomas del virus como así también, consejos sanitarios en alimentación, cuidado e higiene y desinfección de la casa”, contó.
Sobre su infancia, Rosana detalló que nació en el Hospital Marcial Quiroga y que vivió toda su infancia y adolescencia en Zonda, hasta sus 18 años. “Vengo de una familia muy humilde y siempre hemos trabajado para ayudarnos entre nosotros.
Mis padres siempre nos inculcaron el respeto y el valor por el trabajo, que dignifica y enaltece. Su crianza, educación y fe me mantienen en pie día a día”, recordó. “Tuve una infancia muy linda. Me crie entre varones, arriba de los árboles y también jugaba al fútbol en Juventud Zondina, en el equipo de mujeres”, concluyó. Hoy, tiene una hija de 18 años que estudia para ser bióloga.