Siete de cada diez chaqueños sufrieron o presenciaron un acto discriminatorio. Además, las percepciones y experiencias relacionadas a las prácticas discriminatorias en esta provincia muestran a la pobreza como el factor preponderante, seguido por la obesidad y la condición sexual. Todo esto se desprende de una encuesta realizada por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) con la colaboración de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).
Los datos fueron recolectados en la provincia a lo largo de 2019 y forman parte de un estudio estadístico federal, más amplio, que sirvió de base para confeccionar el Mapa Nacional de la Discriminación. En el caso del Chaco, el estudio fue realizado por la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), y consistió en la aplicación en hogares de una encuesta sobre percepciones y experiencias sobre discriminación, en las ciudades de Resistencia, General San Martín, Villa Ángela, Quitilipi, Presidencia Roque Sáenz Peña y Juan José Castelli, es decir aquellas de mayor población.
Según este estudio difundido este jueves, la discriminación, en la visión de los encuestados, está principalmente asociada a segregación y maltratos, y en segundo lugar es entendida como negación de derechos a ciertos grupos o personas. Asimismo, la importancia atribuida a la discriminación como problema social presenta diferencias entre géneros, donde 2 de cada 3 mujeres contestan “alta importancia” y entre los varones la cifra desciende a 1 de cada 2. Sin embargo, el consenso acerca de que en Argentina se discrimina “mucho” o “bastante” supera el 90%.
En cuanto a la percepción sobre los grupos más afectados por la discriminación, las respuestas indican a la población Léscbica, gay, bisexual o transexual, a las personas con obesidad y sobrepeso, a las personas en situación de pobreza y a las personas con discapacidad. El quinto grupo más mencionado son las mujeres, alcanzando a casi un 80 % de los entrevistados. Sobre ámbitos donde más se discrimina, aparecen en primer término las redes sociales y luego el ámbito educativo y el laboral, así como los medios de comunicación.
Un aspecto interesante de este estudio es que observó que en relación a la diversidad sexual y al racismo muchas de las expresiones discriminatorias utilizadas como disparadoras fueron rechazadas mayoritariamente, aunque sigue habiendo un núcleo de la sociedad que aún no fue sensibilizado y continúa vertiendo opiniones contrarias al respeto de las diversidades, ya sean sexuales, étnicas, culturales o religiosas. También en cuestión de género, aparece un segmento (con mayor presencia de varones) que sigue expresando opiniones estigmatizantes, naturalizando brechas y reproduciendo los roles culturalmente impuestos a las mujeres.
En el campo de las experiencias concretas, un 45 % reconoció haber sufrido discriminación en carne propia, mientras que un 66 % manifestó haberla presenciado en su entorno alguna vez. Agrupando ambos segmentos la cifra asciende a 76%, y es aún mayor entre las mujeres. En todos los casos se trata de un incremento considerable respecto del relevamiento de 2013. Los principales tipos de discriminación experimentados se refirieron a dos dimensiones: el racismo (color de piel, situación de pobreza, “aspecto sospechoso”), mayormente señalado por varones y cuestiones estéticas (rasgos físicos, obesidad), donde aparecen más respuestas entre las mujeres.
Fuente: Informe oficial INADI/UNNE