En las últimas horas, algunos ciudadanos se encontraron con algunos afiches pegados en las columnas de alumbrado público, con consignas antivacunas.
Sin tener un autor o alguna agrupación que firme la proclama, dejan en claro que están en contra de las dosis que, hasta ahora, son la última solución a la pandemia vigente.
En una de los afiches, sostienen que no hay diferencia entre estar y no vacunado, dado que ambos pueden enfermarse, contagiar, morir pero con la ventaja de no tener ninguna “efecto adverso por la vacuna ni la muerte”. Vale aclarar que las probabilidades no son las mismas en ambos casos, en particular, las dos últimas condiciones.
En el segundo de los afiches, se afirma que los “niños están en peligro”, cuando, en principio, los menores de 18 años no están aptos para recibir las vacunas aún. Sólo aquellos que tienen comorbilidades.
Llaman “experimento” a las vacunas contra el COVID-19 (dado que se toman de la llamada “fase experimental”) y sostienen que pueden tener efectos adversos como “enfermedades autoinmunes, epilepsia, ataques cardíacos, convulciones, parálisis, mielitis transversa, miocarditis, esterilidad y otros múltiples efectos adversos, incluso la muerte”.
También destacan que tienen “mercurio, aluminio” y “células de fetos de aborto humano”.
No solamente eso: también se muestran en contra del uso de barbijo: dicen que causa hiperventilación, sofocación, mareos, dolor de cabeza y “falta de libertad física, emocional y mental”.
Entre los casos de muerte, solamente citan tres: Jacob Clynik (un niño de 13 años que falleció durmiendo 3 días después de recibir la segunda dosis de Pfizer), Diego Redondo Roig (niño español que también murió en su descanso, aunque en este caso, la familia no desconfía de la vacuna) y Martina Muñoz (argentina, de Luján, falleció por una trombosis cerebral).