Jinete, taco y una bocha que caracolea entre las patas de ágiles petisos de polo, montados por ocho jugadores -cuatro por bando- ese es el escenario que dominó años sobre el césped que se eleva dos metros sobre la Avenida Alem de Posadas. Frente a la casa de los Bordón.
Pero hay una casa escultura sobre esa avenida que atrapó las figuras y las congeló. Algunos de los jinetes, más bien amazonas de buen ver, de fornidas caderas, piernas torneadas y cinturas de avispa, se incrustaron en la casa de Federico Bordón. Su casa es ahora una continuidad del campo de polo que supo ser de los militares acantonados en Posadas.
Una polista, con su ajustado uniforme, está clavada con su yegua de polo en la parte del Este. Y de la pared del Oeste sale otra, no la misma, con taco, bocha, cabeza de petiso de polo. Esa es la magia de la casa de Federico Bordón.
El sol de febrero es impiadoso, pero las personas no. Y Bordón abre las puertas de su casa taller. Un león en la puerta, un hombre joven, fornido y dorado, escapa por el frente. Pero adentro de la casa de este hombre que se dedica a la construcción y es un artista imperdible de Posadas, se desata la magia de imágenes.
Un Gauchito Gil, con su sombrero negro de pelo de potro y su pañuelo rojo al cuello, espera a su dueño. "Ya me encargaron seis, este es el séptimo, casi todos los encargó una persona, pero también tengo encargos de otros", contó el artista.
Los "Gauchito Gil" fueron a vivir, primero en el corazón de sus fieles, y luego en lugar como Loreto, Candelaria, barrios de Posadas. Algunos pagan en cuotas el "Gauchito" para sus casas, y se sabe que el gaucho perseguido y mítico, cumple siempre, cualquier promesa de amor, de odio, de venganza o de bienestar. El "Gauchito" es imbatible y fiel, como la "Virgen de Itatí", dicen sus creyentes.
La casa de Bordón es un misterio. Pero Federico abre la puerta. "Pasen y vean", parece decir como los antiguos maestros de ceremonia de espectáculos increíbles. Ahí nomás, al lado del "Gauchito" está "Chaloy" Jara, estrella artística del firmamento de Villa Sarita. Tallado en madera, aún suena su acordeón.
Y es increíble la pileta en el fondo de la propiedad, porque una morena de senos tallados se desnudó para que fluya el agua fresca. Y al costado, en un friso de poesía, una mujer vestida solo con su piel morena camina hacia uno de los saltos de las Cataratas. El amante está expectante, en la selva tropical. Y nada es burdo, ni kitsch como en las películas de Armando Bó. No aparecerán los senos de la "Coca" Sarli ni sus diálogos imposibles en el amor y en el sexo.
Federico tiene 50 años, trabaja en la construcción, es un artista eximio y tal vez no lo sepa. Tiene tres hijos, dos chicas y un varón que admiran su trabajo. La gente pasa y saca fotos, pero ingresar a la casa es todo un privilegio.
En el primer piso, uno puede observar si la polista rubicunda, metió la bocha entre los mimbres. Y no. Hay que imaginársela, porque solo está la pared. Federico se divierte porque hasta hubo choques entre desprevenidos que frenaron de golpe, porque creyeron ver que un caballo de polo, cruzaba volando la Avenida Alem. Pura magia.
Magia como la que inventó el papá de Federico, don Felipe, que creó un venado que anda pastando aún, en la casa del vecino. Quien quiera verlo, solo debe acercarse a la reja y fotografiarlo entre las hojas tiernas que gusta morder. Y de noche, cuando nadie lo ve.
Ya está dicho, en esta casa todo es magia. Ni siquiera crean en ese frente de piedra mora. Son obra de cemento, pintura, telgopor y otros misterios de artista. Misteriosa Posadas, para verla y amarla cada vez más.