Un año después de quedar segundo con un 30 por ciento en la primera vuelta (siete puntos por detrás de Sergio Massa) y de trepar al 56 por ciento en el ballotage con el apoyo del voto antikirchnerista del PRO y la UCR, Javier Milei sostiene que goza hoy de igual o más apoyo de la población que entonces.
“Somos el Gobierno que el primer año tiene el mejor nivel de imagen y confianza después de haber hecho el ajuste más grande la historia de la humanidad”, afirmó el presidente, sin dejar margen a dudas, a días del primer aniversario en la Casa Rosada.
La sentencia acompañó el decálogo del poder que expuso Milei al hablar el miércoles pasado en la CPAC, un foro que reunió referentes de la derecha global en Puerto Madero, que no dudó en proclamarlo la “gran referencia de la derecha en Latinoamérica”.
En ese discurso, casi doctrinario, Milei buscó reivindicar la figura del “outsider político” que embiste “la casta”, aplica la “motosierra” en el Estado y que pese a asumir la presidencia sin ningún gobernador propio y con minoría en el Congreso, logra atravesar un complicado año político y económico, donde pocas veces perdió la ofensiva.
“Vamos a hablar de política, de método, vamos a hablar de poder”, dijo sobre la guía de acción política forjada en un año de Gobierno, que enfrentó distintas crisis.
La danza de nombre y el círculo de confianza
No hay muchos antecedentes de un gabinete chico con tantos cambios en el primer año. Milei despidió a su amigo y jefe de gabinete, Nicolás Posse, a los ministros Ferraro y Russo y a la canciller Mondino.
Pero las heridas fueron suturadas. Creció la figura de Guillermo Francos, un veterano político (con paso hasta en gobiernos kirchneristas) clave en las negociaciones para acercar gobernadores y congresistas opositores. “Francos, el señor de la muñeca”, lo define Milei.
No obstante son su hermana Karina y el asesor Santiago Caputo los que completan “el Triángulo de Hierro”, y quienes empujan a “no retroceder jamás”, aún con medidas de ajuste severas como la quita de descuentos a los jubilados. “El Jefe logró hacer un partido en seis meses”, dice de Karina, quien tiene a su cargo alistar a La Libertad Avanza para las elecciones intermedias de 2025, con la mira “en terminar con Cristina Kirchner”, a quien Milei eligió como antagonista.
“Una de las cosas geniales de Santiago fue que, dijo, ‘no, no hay que cambiarte, hay que ir como es uno y hay que ir de frente y no mutarnos para parecer otra cosa’”, cuenta Milei de su asesor, el ejecutor en gran parte de la proclamada “batalla cultural”, con base en las redes sociales, e influencia sobre la SIDE.
En busca de aliados
Santiago Caputo no solo tira consejos. Cargó gran parte de las conversaciones con Mauricio Macri, hasta que el líder del PRO lo acusó de incumplir la palabra.
El PRO y la UCR, más “peronistas dialoguistas” y provinciales independientes, respondieron al oficialismo para avanzar en el Congreso. Francos y Caputo encabezaron muchas negociaciones. Ambos deberán ahora mitigar los daños aun sin mensurar del “affaire Kueider”, el senador de origen peronista que le dio el voto clave a Milei para la Ley Bases y está detenido en Asunción por el intento de contrabando de 200 mil dólares.
En Casa Rosada presumen del liderazgo “indiscutible” de Milei en el espacio antikirchnerista. Con la integración al Gobierno de la fórmula presidencial Bullrich-Petri de Juntos por el Cambio, no consideran a Macri y al PRO, menos a la UCR, como competidores, aunque sí como aliados.
Milei transparentó la crisis con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Con agenda política propia que incluyó una visita a Isabel Perón que Milei criticó, Villarruel cuestionó a la Casa Rosada por las conversaciones con Gran Bretaña por Malvinas o los ajustes en el INTA. La vicepresidenta no figura como un vector de poder en el armado electoral oficialista del 2025.
Así, pese a los conflictos internos, en Casa Rosada no acusan los golpes. “Las condiciones de gobernabilidad ocurren bajo dos expresiones: la ausencia de resistencia social (no estamos viendo sectores sociales mayoritarios que estén manifestando disconformidad o enojo por la situación contra el presidente) y vinculado a ello también la ausencia de resistencia política”, analizó el politólogo, Lucas Romero.
Al respecto dio un ejemplo: “El DNU 70/23 y la ley Bases, que son los dos grandes paquetes de decisiones que tomó este presidente, tanto el Congreso como el Poder Judicial no decidieron bloquearlos aún pudiéndolo hacerlo”. Romero entiende que parte de la oposición temió las consecuencias de bloquear la acción de Gobierno y “el Congreso le dio a Milei las herramientas reclamada por un sector importante de la sociedad”.
Desinhibido, en momentos vulgar, grandilocuente, brindando datos cuestionables (viene de aludir a “un crecimiento del 10 por ciento del PBI anual desde el piso de abril”); con citas religiosas y obsesionado con la destrucción del socialismo que ve tanto en la ONU como en el Foro de Davos, Milei desplegó su estilo en la mayoría de sus 17 viajes al exterior como presidente. Una agenda internacional enfocada en postularse como referente de la derecha regional.
Más allá del histrionismo, Milei anunció cambios drásticos en las posiciones históricas del país en materia de relaciones internacionales como el fin del concepto de “neutralidad” a cambio de un alineamiento irrestricto con los Estados Unidos e Israel. El presidente, urgido o pragmático, aceptó sentarse a negociar con el líder comunista chino Xi Jinping.
Apoyo social
“Milei encuentra aún el apoyo social que recogió en la segunda vuelta y que sostuvo en buena medida a lo largo de este año. Casi el 80% de los que lo votaron en el ballotage, hoy tienen niveles de aprobación de desempeño del Gobierno y la imagen positiva de Milei encuentra allí, quizás, su única fuente de legitimidad para la acción política”, dijo el director de Synopsis.
Romero advierte por la posibilidad de que “desaparezca el apoyo social” (frente a la continuidad del ajuste y la caída del poder adquisitivo de los salarios). “Es un Gobierno que necesita ganar la elección de medio término y para ello necesita ofrecer resultados, sobre todo económicos que son los que garantizarían la sostenibilidad de los apoyos sociales”.
La caída en el nivel de apoyo, dice Romero, podría iniciar un ciclo de “acción bloqueadora de parte de la oposición, de parte del Poder Judicial, que ubicaría al Gobierno una situación de mucha delicadeza política”.