Con una fuerte presencia actoral y cientos de bailarines en escena, Sinfonía azul para el vino nuevo narró en diez cuadros, la historia de un director de orquesta con la actuación especial de Aníbal Villa. Sinfonicus, el director ansioso y obcecado, estaba empecinado en componer una sinfonía singular que contenga la soñada "nota azul", tan anhelada por los músicos, para celebrar el nacimiento del vino nuevo.
Una y otra vez, arma su orquesta e intenta esbozar algunas frases sin lograr dar con el color que le otorgue la sublime belleza a su melodía. La búsqueda incesante lo agota y se queda dormido sobre el piano e ingresa a un sueño que le da indicios determinantes para hallar respuestas a sus desvelos.
En ese sueño, lo sorprende el encuentro con un ente superior: la Memoria Absoluta. Ésta se manifiesta en las figuras de sonrientes ancianas, interpretadas por las talentosas Vilma Rúpolo; Alicia Casares; Celeste Álvarez, Mariú Carrera; Margarita Cubillos; Elena Schnell y Sandra Viggiani.
En vaivenes de sorprendentes revelaciones, cada una de ellas le mostró e hizo entender que, la música que buscaba, no sólo la iba a encontrar en los fríos pentagramas de sus partituras, sino que debía indagar en los sutiles colores implícitos en el paisaje al que pretendía cantar.
Estas ancianas eran la esencia misma de paisaje: el aire, el agua, la tierra, el fuego, el hombre, su fe y el vino. Todos juntos constituyeron el alma de este territorio y le enseñaron la pertenencia a esa armonía donde habita la “nota azul”.
También la música fue muy importante en esta puesta, con un ensamble de músicos y de grandes voces mendocinas, como las de Griselda López Zalba y María Belén Louet, pasó por diferentes estilos musicales, desde una profunda complejidad y poesía sonora. Casi 70 personas, entre músicos y cantantes, conformaron el ensamble para hacer "en vivo" la banda sonora de esta Vendimia.
Entre los artistas que le dieron magia al escenario aparecieron bailarines folclóricos, bailarines contemporáneos, actores, actrices, acróbatas de piso, acróbatas aéreos, adultos, niños y por primera vez se sumaron a los bailarines con discapacidad, un grupo de actores con discapacidad.
El lenguaje plástico “único” de las cajas lumínicas, patrimonio artístico de la provincia, brindó el marco necesario con cambios de color y figuras a cada una de las escenas.
Además, el vestuario fue pensado desde su diseño y confección con el nivel que requiere una fiesta con estándares internacionales. Más de 60 personas entre costureras y encargados de vestuario especial, trabajaron para realizar miles de prendas. Y la elaboración minuciosamente de cada pieza de utilería menor y mayor para enriquecer la puesta en escena.
El escenario, desde su simetría y claridad conceptual, permitió una fácil lectura y visualización desde cualquiera de los puntos del gran Teatro Griego. Además del despliegue de numerosas coreografías, este diseño escenográfico tuvo muchos efectos especiales, yendo de la piroescena al protagonismo de un escenario giratorio donde se desarrolló el eje central de la fiesta.
Sinfonía azul… hizo referencia al pueblo primitivo, su paisaje y sus circunstancias, el comienzo de la cultura del riego y las labranzas y el legado que los Huarpes dejaron a las generaciones futuras. Y los inmigrantes, esa conocida virtud del pueblo argentino de abrir los brazos para recibir otras culturas del mundo y ser generoso en el abrigo cálido y solidario. También estuvo presente la Virgen de la Carrodilla, con la fe que alimenta a la esperanza.
La llegada de siete Granaderos en homenaje al General San Martín y una suite latinoamericana que representaba la unión de los pueblos y la emancipación de América del sur despertaron los aplausos del público.
Luego fue el turno del vino mostrando el origen de cada uno de ellos. Y una simpática murga de Tetra Brick, que reclamaba la inclusión del vino común de mesa en el destacado estamento de los varietales.
Para finalizar, la Memoria ayudó a través de sus enseñanzas al director de orquesta a cumplir su deseo más profundo: hallar la nota azul y escribir con ella una sinfonía para el vino nuevo, “la nota azul habita en la Cordillera”. Destacando el espíritu hospitalario del mendocino y el lugar preponderante que le otorga a la Vendimia.
Con el escenario desbordante de bailarines, actores y músicos se interpretó la Sinfonía azul para el vino nuevo cosechando la ovación del público presente.