Isabella de la Houssaye tiene 55 años, es estadounidense, madre de 5 hijos -a los que educó con el valor del deporte y la actividad física-, es alpinista, maratonista y triatleta. Jamás en su vida fumó y ha llevado una vida sumamente sana, sin alcohol y de buena alimentación, sin embargo en enero del 2018 le diagnosticaron cáncer de pulmón fase IV. Ella no sabía cuánto tiempo le quedaba de vida y decidió emprenderse en una aventura, que tal vez sería la última, con cada uno de sus hijos. Fue así que llegó a la cumbre del Aconcagua con Bella Crane, de 22 años.
De acuerdo con la Asociación Estadounidense contra el Cáncer, solo un 25 por ciento de las personas a las que se les detecta cáncer de pulmón ya en la Fase IV alcanza a vivir 5 años, la mitad muere en un plazo de 8 meses y muy pocos han alcanzado a vivir hasta 10 años. Este diagnóstico no acobardó a Isabella, por el contrario, se planteó nuevos desafíos.
Decidió dejarles una enseñanza de esfuerzo, persistencia y dedicación a cada uno de sus cinco hijos y fue así que se emprendió en distintas aventuras. En abril de 2018 viajó más de 800 kilómetros por el Camino de Santiago en España con uno de sus hijos, Oliver. En junio corrió un maratón en Alaska con otro, Cason. Luego, en septiembre, ella, su esposo y tres de los hijos completaron un ultramaratón de 128 kilómetros en Kazajistán. Una semana después, ella y su hijo David corrieron en Corea del Sur un Ironman: un triatlón que consiste en nadar 3,8 kilómetros, hacer ciclismo por 180 kilómetros y luego un maratón, de 42,2 kilómetros.
En enero, junto a su única hija mujer, escalaron el Aconcagua y llegaron a la cumbre Esta montaña es la más alta de América, tiene 6962 metros de altura sobre el nivel del mar. Es la más alta fuera del cordón montañoso del Himalaya. En sus alturas el oxígeno se reduce aproximadamente un 40%, es por eso que respirar se convierte un desafío, y más para una persona con cáncer de pulmón.
El trayecto desde Campo Base hasta la Cumbre tuvo sus momentos, algunos de mayor tranquilidad y otros de tempestades. Así como hubo risas y emociones, hubo también desmoronamientos anímicos. Ese era exactamente el punto de la enseñanza que Isabella quería dejarse a su hija. "Acoger no solo los triunfos, sino los dolores de la vida. El júbilo y el sufrimiento, ambos", dijo.
La noche previa al día de cumbre no fue fácil. Isabella estuvo con vómitos, sin embargo, camino a la cima tuvo una mirada de determinación y mantuvo buen paso. Tanto ella como Bella habían dormido poco y unos 500 metros de la cima la joven le preguntó a su madre: "No sé por qué estamos aquí, no entiendo por qué estamos haciendo esto". Isabella estuvo a su lado, como siempre, para convencerla de que sí podía alcanzar el final, informa The New York Times en una nota publicada este viernes.
Seis horas después, madre e hija llegaron al Techo de América. Exhaustas, se abrazaron e Isabella se secó las lágrimas. "Las montañas siempre me hacen llorar", dijo.
Ambas estaban demasiado agotadas como para hacer el descenso solas, así que los guías las encordaron y las ayudaron a bajar.
De regreso en el campamento 3, Isabella tenía una sonrisa triunfal. El futuro seguirá siendo difícil, pero ese fue un muy buen día.
"Era importantísimo para mí que Bella y yo tuviéramos juntas esta experiencia", comentó. "Quería hacerla ver que cuando los asuntos se vuelven más difíciles sí puedes encontrar la fuerza interna para seguir avanzando".