Jorge Torres, soldado Combatiente de Malvinas, es protagonista junto a su amigo Eduardo “Lalo” Rojas, de una historia de humanidad, amistad, respeto y camaradería. Ellos se conocieron en Malvinas durante la guerra de 1982, cuando les tocó defender el aeropuerto de Puerto Argentino, en las líneas del Regimiento de Infantería Mecanizada 25, del Ejército Argentino. Cuando finalizó el enfrentamiento, nunca más se vieron. Luego de 39 años, volvieron a juntarse.
En una entrevista por Radio Mitre Ushuaia, Jorge contó que en el año 1981 había cumplido con el Servicio Militar en Colonia Sarmiento, Chubut. Tuvo 11 meses de instrucción, luego le dieron licencia y posteriormente, la baja del servicio. En marzo de 1982, recibió la citación de reincorporación. “Llegué a fines de marzo al Regimiento y ahí noté el gran movimiento de tropas que había y ya, gran parte del 25, se había ido a Malvinas”. Esta unidad participó desde el primer día junto a la Armada Argentina, de la Operación Rosario, con la recuperación de la Soberanía Nacional en las Islas.
Luego, continuaron enviando tropas y fue ahí que Jorge Torres fue desplegado en avión hasta Puerto Argentino. “Fue un 13 de abril del 82′ que, llegó el vuelo de un “Hércules” de la Fuerza Aérea, junto con distintos elementos que se llevaban. Fuimos soldados que llegamos al aeropuerto de nuestras islas. Ahí nos conocimos con Lalo”, dijo Jorge y reconoció que si bien, habían hecho el servicio militar juntos, no habían tenido mucho trato, por estar en distintas compañías. “Allí en Malvinas sí, ahí comenzó nuestra historia”, remarcó.
“Nosotros, los Veteranos de Guerra tenemos casi todos, una historia similar. En Malvinas fuimos 14mil, 14 mil historias distintas, pero muy similares, porque lo que vivimos allí fue igual para todos y la posguerra fue lo más duro para nosotros y también lo vivimos similar. Cada uno tiene su historia”, aclaró Jorge y prosiguió relatando que los soldados fueron distribuidos en grupos y a ellos le tocó la zona del aeropuerto. “Designaban compañeros de trinchera, de pozo, porque nosotros éramos tiradores y a mí me tocó con Lalo”, recordó.
Lalo, representó algo muy importante en su vida durante la estadía en las islas y él pretende que así haya sido él, para Lalo. En esos 2 meses y 7 días, la convivencia en el pozo de zorro de 2 metros, había que pasarla. El frío, el hambre, la incertidumbre, los ataques británicos. “Éramos la contención ante la tragedia que nos estaba sucediendo y fuimos muy compinches, nos contamos gran parte de nuestra historia, de nuestras vidas antes de la guerra”, contó. Jorge remarcó las actitudes que tuvo Lalo para con él y atribuyó que Lalo, al ser sureño, el clima le jugó mejor que a él. En esos días, pudieron bañarse solo una vez y Lalo le prestó sus medias secas. “nos cuidamos mutuamente, pero él un poco más”, reconoció.
Luego de la guerra, Jorge se fue a vivir a Viedma, Río Negro y había perdido los contactos de sus compañeros de Malvinas y aunque estaba en sus cosas, siempre estuvo esa necesidad de reencuentro. “La vida no me lo permitía”, dijo, pero el 4 septiembre, para el día de su cumpleaños, Jorge decidió viajar a Alto Río Senguer a encontrarse con su “hermano” de la guerra. “La verdad que fue algo muy curador, muy sanador, una herida que estaba ahí abierta todavía y ese abrazo, ese encuentro, aunque no hablamos mucho, cerró heridas y eso es lo que necesitamos”, resaltó e instó a los Veteranos de Guerra a reencontrarse con sus compañeros de combate y llenar el vacío que causó la guerra.
Este hecho histórico nacional fue el desencadénate de una unión bajo la misma situación que sirvió para hermanar a los soldados. Esta experiencia abrió la puerta a la conformación de una gran familia de veteranos y familiares de caídos en combate. En este sentido, Jorge habló de Marta, su esposa, quien lo acompañó durante este tiempo y fue la acompañante al encuentro con Eduardo. “Siempre estuvo conmigo y en esta oportunidad, no se lo podía perder”, dijo. " Encontré una familia nueva allá, porque Lalo les había hablado tanto de mí que, sus hijos enseguida me acogieron y me hicieron sentir su tío, así me decían. Es como si esos 39 años se hubiesen esfumado y no hubiesen pasado nunca”, remarcó.
Jorge no contaba con muchos días para su estadía en Alto Río Senguer, asique aprovechó junto a su “hermano”, para compartir asado, vino, sobremesas y charlas, aunque para Jorge, no fue lo más importante. Para ellos lo importante pasó por el simple hecho de estar. “Muchas veces estábamos frente a frente y no nos contábamos nada, simplemente nos mirábamos un rato y nos volvíamos a abrazar, a decirnos cosas, a contarnos la historia que habíamos vivido y a reafirmar algunas cosas que estaban dispersas”, explicó. “Cuando notábamos que la conversación nos hacía un poquito de daño, cortábamos y cambiábamos. Nos cuidamos hasta en estos días”, remarcó, aunque insistió que lo más importante fue el abrazo que sanó las heridas.
Para el futuro, Jorge prometió reencontrarse con su amigo, recordar historias y construir nuevos recuerdos. No obstante, también a futuro, van a continuar trabajando para que la Causa Malvinas se conozca más. “Nadie puede amar lo que no conoce y a Malvinas hay que conocerla mucho más”, resaltó, como así también recuperar los valores patrióticos como argentinos. “No todo está perdido. Mientras haya un Veterano de Guerra, siempre vamos a hablar de Malvinas y vamos a intentar que Malvinas entre en el corazón de todos”, finalizó.