Favorecido por las condiciones climáticas -lluvias, humedad y calor-, el aumento de la población de mosquitos trae consigo un incremento de las posibilidades de contagio de enfermedades virales como dengue, zika y chikungunya provocadas por la picadura de ejemplares hembra de la especie Aedes aegypti.
Estos virus se han convertido en grandes desafíos, no solo por su impacto a nivel social, sanitario y económico, sino por la complejidad en el control del mosquito. La clave es controlar al insecto vector responsable de transmitir estos virus, pero el desafío real es encontrar “la llave del cómo”.
El Aedes aegypti es un insecto que se cría y se desarrolla alrededor de la actividad humana.
“El Aedes es un mosquito fundamentalmente doméstico. Encuentra todo lo que necesita para crecer, desarrollarse y reproducirse, cerca de las personas, en las viviendas y en sus proximidades. Cualquier recipiente artificial o natural en el que se junte agua ya es un criadero potencial”, explica Marcelo Hoyos, especialista en Higiene Ambiental.
Los “casos autóctonos de dengue” se producen cuando el mosquito hembra “sano”, que aún no posee el virus en sus glándulas salivales, ingiere sangre de personas ya infectadas (viremia). En consecuencia, a los pocos días, esas hembras estarán infectivas y picarán a otras personas sanas transmitiendo así el virus rápidamente.
“Es importante detectar lo antes posible aquellos primeros casos importados y realizar el monitoreo y control vectorial bien temprano, es decir cuando las poblaciones de Aedes aún son bajas”, apunta Hoyos.
La capacidad adaptativa del mosquito es muy grande. Durante el invierno o inicio de la primavera, “aunque no lo veamos, puede ya haber colonizado un barrio, vivienda o traspatio ya sea en estado de huevo, larvas o adultos”.
“El Aedes en muchas zonas, subtropicales y tropicales, está presente todo el año y observamos que el interés público y sanitario se desata recién cuando se producen los brotes dengue. Esta situación deja a gran parte de la población vulnerable, principalmente en localidades endémicas, por lo que necesitamos actuar mucho antes”, advierte Hoyos.
Por eso, propone replantear los programas de prevención y control, primero desde la base del conocimiento. “Es fundamental la capacitación de los equipos relacionados con el control del insecto y la prevención de la enfermedad. Además, para lograr un control eficiente del vector, se necesita una sucesión de estrategias profesionales articuladas en el tiempo, basadas en un diagnóstico previo. Sin buenos diagnósticos, ni generación de índices del vector, es difícil transitar este camino con éxito”, asegura.
De acuerdo a informes proporcionados por la Subdirección de Epidemiología, en la provincia de Jujuy actualmente se tiene registrados 25 casos de dengue, localizados en Fraile Pintado (13), Yuto (6), Las Pampitas (4), Caimancito (1) y San Pedro (1).
“El mosquito y la enfermedad son dos caras de la misma moneda, pero están unidas por nuestra cultura urbana. Por eso es importante abordarlas de forma integrada y con un trabajo en equipo, cuyo eje sea la educación y la capacitación”, afirma Hoyos.
Para lograr una prevención y un control adecuado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus guías sugiere de manera resumida:
- Definir un equipo capacitado, profesional y articulado que pueda realizar diagnósticos entomológicos y un mapeo de riesgos en, por ejemplo, cementerios, gomerías y paseos públicos, entre otros, para desarrollar índices tempranos.
- Plantear estrategias culturales y físicas de descacharrado, limpieza y ordenamiento ambiental, ya que serán siempre claves. Estas acciones deben mantenerse activas dentro de la comunidad, con ayuda de voluntarios y ONGs, trabajando en la destrucción permanente de recipientes móviles.
- Desarrollo de estrategias químicas de control con profesionales que puedan determinar qué utilizar, cómo, cuándo, dónde, con qué frecuencia y, además, con la máxima seguridad. Las acciones químicas son herramientas de un programa y deben estar prescriptas en función del monitoreo y del diagnóstico previo. Se requiere un manejo seguro y responsable, cuidando en todo momento el medioambiente.
En ese punto el especialista señala que la estrategia de aplicación de un insecticida adulticida residual perifocal permite un control de adultos vulnerables de manera continua por varias semanas.
Este tipo de producto se aplica en pequeñas superficies próximas a criaderos activos o potenciales y refugios donde los ejemplares adultos pasan la noche o se protegen del clima, especifica Hoyos. Se trata de realizar pocos tratamientos en áreas pequeñas -indica-, pero que estas acciones generen grandes impactos en la población de adultos.
Dado que estos productos son de uso profesional, deben ser aplicados por una empresa de control o personal estatal habilitado, puntualiza Hoyos, a la vez de mencionar que se debe utilizar larvicidas específicos, que serán aplicados estratégicamente en los momentos oportunos y en base a los resultados del monitoreo previo de larvas.
Señala también la importancia de efectuar un monitoreo entomológico durante todo el año y generación de índices larvarios frecuentes, mediante larvitrampas de forma temprana. De esta forma, se determinará las decisiones correctas del control focal o perifocal, afirma.
Otra recomendación del especialista es realizar un seguimiento epidemiológico, para detectar casos de dengue lo antes posible y, en consecuencia, tomar medidas para evitar la propagación de la enfermedad.
“No hay una estrategia de control aislada que resulte efectiva en sí misma. La suma de acciones preventivas individuales y colectivas con una estrategia de uso adecuado y seguro de insecticidas residuales y larvicidas específicos, permitirá alcanzar una máxima eficiencia en la reducción de la población del mosquito Aedes aegypti, camino que lleva a la disminución significativa del riesgo de posibles brotes de la enfermedad”, finaliza Hoyos.