La mirada de mundo de los pueblos que habitan el centro-sur de los Andes presenta notables coincidencias y continuidades temporales que van más allá del tiempo y del espacio y que rebasan las actuales fronteras y se imponen en un territorio.
Esta mirada de mundo percibe todo lo que existe como una totalidad integral e integradora, habitada por seres de distintas naturalezas e intensidades vitales: Nosotros, las plantas, los animales, los ríos, las montañas, nuestra fe, nuestra creencia, lo que heredamos y lo que dejaremos, se relacionan activa y permanentemente en una dinámica comunitaria, tejiendo la urdimbre de nuestra identidad.
Nuestra lógica de vivir está basada en "dar y recibir", la reciprocidad, y en ella se abarca todos los niveles de existencia, lo divino, lo humano, lo tangible y lo intangible.
La reciprocidad establece vínculos del sentir, del pensar entre la comunidad humana y la comunidad divina.
En la Pachita damos gracias, pedimos por los que están presentes, por los parientes de sangre, de cariño, los que se han ido y están en otra dimensión; en ella descansan las heridas y la resistencia de sus pueblos que sangraron libertad, y volvieron en forma de esperanza de nuevos días.
Compuesta por dos ideas (Pacha que equivale a tiempo/espacio y Mama, señora o madre), la Pachamama es el punto de partida de la vida, de ella provienen todos los vivientes, es madre en sentido radical como generadora de vida y donde culmina el ciclo.
Todas las actividades tienen una particular deferencia por la Pachamama: cavar los cimientos, el techado de una casa o el primer corte de pelo de niñas y niños se hacen pidiéndole permiso. Todo se le agradece.
Agosto tiene importancia medular para el repertorio ceremonial de los pueblos originarios. Se dignifica la reciprocidad, ese pacto eterno de amor con la tierra que culmina quizás en el final de los tiempos. Se ofrenda a la Pachamama y a las montañas que necesitan alimentarse para reiniciar el ciclo de vida. Cuando la comunidad humana se relaciona con la comunidad divina, existe un espacio y un tiempo para el encuentro.
Cada 1 de agosto se alimenta a la Pachamama a la medianoche y al mediodía. Se cava un agujero en el piso de la casa y se deposita comida especial, particularmente sustanciosa, hojas de coca, cigarrillos y bebidas alcohólicas.
En algunos casos se añade hilo hilado al revés como ofrenda y como recurso para proteger a las personas de enfermedades y males que pueden contraer. En este tiempo la Pachamama está hambrienta y su energía es mayor y puede ser incontrolable. En Jujuy se ofrenda lanas de color y flores para atraer la alegría.
La Quebrada de Humahuaca y la Puna tienen sus particularidades al momento de la ofrenda y según quienes las realicen (pastores, agricultores, artesan@s y cociner@s).
Se implora con el corazón y con el alma: "Pachamama te pedimos convoca a los Apus, a los Achachilas y recibe nuestras papitas, maíces, ocas, quinuas, de la mano de los tamales, sopas majadas, tijtinchas, nuestros saberes, haceres para sanar el cuerpo y el alma de nuestros antepasados.
Este día de agosto no existe el paso del tiempo, solo la creencia transversal que conecta a tus pueblos en todos los tiempos pasados, presentes y futuros en un grito hermanado: ¡¡¡Pachamama Santa Tierra Kusilla Kusilla!!!"
(*) Descendiente del gran cacique Viltipoco de Tilcara. Ingeniera agrónoma, coordinadora de la sede Quebrada y Puna de la Universidad Nacional de Jujuy.