A horas de cumplirse el primer aniversario de la guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022, la realidad que vive Kiev actualmente dista mucho de lo que fue tan solo 12 meses atrás. Hoy el escenario muestra edificios rotos, calles en varios lugares desiertas, desolación y mucha muerte. Aunque, de a poco, la ciudad empieza a recobrar su normalidad.
La capital del país presidido por Volodímir Zelenski es la ciudad más grande de su territorio, que en épocas de paz contaba con casi tres millones de habitantes viviendo en ella.
En su corta vida como ciudad independiente de la Unión Soviética (Ucrania, como tantos otros países influidos por la URSS, se independizó el 24 de agosto de 1991), supo ser un importante centro industrial, educativo, cultural, científico e histórico.
Sus inicios quizá haya que remontarlos al Siglo V d. C., donde se estima que Kiev funcionó como un gran asentamiento en la ruta comercial que conectaba Occidente con Oriente y además, entre Escandinavia y Constantinopla (Turquía). Estuvo bajo el dominio de varios pueblos, entre ellos, vikingos, que le fueron dando su identidad.
Pero fue la URSS la que terminó de darle la fisonomía que actualmente posee, con su infraestructura característica.
Kiev: los antecedentes de su destrucción
La actual cara de Kiev no es la misma con la que se la supo conocer hasta hace un año. Los estratos de la guerra con Rusia han cambiado mucho su infraestructura y su habitabilidad. Pero Kiev ya sabe lo que es sufrir invasiones en su historia, aunque también hay que decirlo, muchos años atrás.
Fue justamente en el año 1240 d. C., que la capital de la actual Ucrania padeció la invasión de los mongoles. Se trató de un ataque a gran escala perpetrado entre 1237 y 1240, generando la fragmentación de lo que en ese momento se conocía como la Rus de Kiev, lo que precipitó el desarrollo de los Estados eslavos orientales, y también originó el surgimiento del Principado de Moscú.
También, la Segunda Guerra Mundial hizo estragos en su territorio. Tras ella, las políticas de Iósif Stalin le dieron la tónica arquitectónica que tuvo la ciudad capital en los últimos 70 años. Esto hizo que Kiev pasase a ser la tercera ciudad más grande la Unión Soviética.
Kiev hoy: un panorama desolador que de a poco comienza a recuperarse
La guerra entre rusos y ucranianos ha hecho estragos en el territorio de estos últimos, y si bien Kiev no ha sido el epicentro del conflicto, sí ha sufrido ataques y varios edificios así lo evidencian.
La nueva normalidad, dentro de un ambiente de bullicio propio de cualquier capital en el mundo, incluye saber convivir con la amenaza constante de la guerra, que subyace latente en ella.
En los últimos meses, Kiev recuperó parte de su actividad tradicional, incluso con apertura de confiterías, cafés y restaurantes, que hasta hace un tiempo no estaban funcionando. La ciudad siempre se destacó con un buen café, y la gastronomía en general fue uno de sus fuertes.
Lo cierto es que hoy el paisaje recuerda permanentemente a la guerra. Atravesada en medio por el río Dniéper, las plazas reflejan esa realidad que no puede ignorarse, y soldados patrullan sus calles, mientras que también piden donativos a los transeúntes para apoyar a los combatientes. Ese mismo panorama se puede ver por momentos en Mariinskyi Park, uno de los parques principales de Kiev, a metros de la sede de gobierno.
Otro panorama que probablemente antes no se veía tanto es el de los colores de la bandera ucraniana (azul y amarillo), dispersos por doquier, en un intento de enfatizar la necesidad de un nacionalismo que se ve muchas veces herido de muerte por el conflicto, pero que en otros genera el efecto contrario, y una sed de patriotismo como nunca antes se percibió.
Pero también hay que decir que esas pequeñas banderas, en general, están colocadas representando a un soldado caído en combate, por lo que su significado atraviesa de lleno a los ciudadanos. Esto mismo, junto a las fotos de los combatientes muertos, proliferan en la icónica Plaza Maidán.
La realidad muestra a una Kiev en movimiento en la actualidad, un tránsito convulsionado, e incluso hasta la presencia de turistas. Sin embargo, soslayadamente, siempre hay alguien que conoce a otro alguien que murió en la guerra, y esa fachada de “normalidad” cae en un agujero de tristeza y desolación, de un conflicto que inició hace un año, y lejos está, al parecer, de acabar.