Calles vacías, transportes públicos deshabitados, silencio por doquier, miedo e incertidumbre: ese era el panorama exactamente hace cuatro años, cuando el 20 de marzo del 2020 se decretó la cuarentena obligatoria por primera vez en la Argentina a partir de la proliferación de la pandemia de Covid-19.
Pocos entendíamos por aquellos días la magnitud de lo que estaba sucediendo. Incluso se filtraban videos en redes sociales de lo que estaba pasando en China, en la ciudad de Wuhan, en donde todo habría comenzado, imágenes más parecidas a videojuegos apocalípticos que algo más ceñido a la realidad.
Sin embargo, todo ese panorama de incertidumbre hacía sentir una sensación de desasosiego y soledad difícil de transitar. No estábamos acostumbrados a estar encerrados, y por más que estuviéramos comunicados digital o telefónicamente, la imposibilidad de ver a nuestros seres queridos se volvía una gran incomodidad.
Aislamiento social, preventivo y obligatorio en Argentina
El encargado de dar a conocer el mensaje fue el entonces presidente de la Nación, Alberto Fernández, que por cadena nacional indicó este aislamiento social, preventivo y obligatorio a partir de esa fecha.
Pronto comenzaron a surgir todo tipo de palabras y terminologías que antes no teníamos tan en cuenta: personal esencial debía transitar libremente, por lo que era necesario informar quiénes pertenecían a este grupo.
También se sumaron los aplausos a los médicos y ese momento del día (o más bien de la noche) era esperado por millones de argentinos como un instante en el que se podían comunicar con el resto de la comunidad.
Esos momentos en los que los médicos se creía volvían de sus labores cotidianas a sus hogares, a las 21 horas, y las personas salían a los balcones de sus departamentos o a las terrazas de sus casas para homenajear al personal de salud, en una especie de abrazo a la distancia por sus esfuerzos.
Todo eso quedó ya en el pasado y por más que en la actualidad se siga hablando de las variantes del Covid-19 (otro término que comenzó a estar en gran uso), la realidad dista notablemente de lo que fueron al menos esos primeros días de encierro a partir de finales de marzo del 2020.
Sí queda el recuerdo de lo que fue, de lo que duró y de las cosas que se hicieron bien, pero de las que se hicieron mal también.
El mensaje de Alberto Fernández anunciando la cuarentena
“Hemos tomado una decisión en el gobierno nacional de dictar un decreto de necesidad y urgencia. Por ese decreto, a toda la Argentina, a todos los argentinos, a todas las argentinas, a partir de la cero hora de mañana deberán someterse al aislamiento social preventivo y obligatorio. Esto quiere decir, que a partir de ese momento, nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas”, fue el mensaje por cadena nacional de Alberto Fernández en la noche del 19 de marzo de 2020.
Cabe recordar que este DNU había sido anunciado de “manera excepcional” luego de que se suspendieran las clases en colegios y jardines de infantes el 15 de marzo anterior. Y en la creencia popular aparecía la idea de que sería una medida transitoria, respondiendo a unas semanas cuanto mucho. No a meses.
“Van a poder hacer compras en negocios de cercanía, a una ferretería, a las farmacias, que permanecerán abiertas, pero entiéndase bien que a partir de las 00 horas la prefectura, la gendarmería, la policía federal y las policías provinciales estarán controlando quién circula por las calles. Y entiéndase que aquel que no pueda explicar qué está haciendo en la calle se verá sometido a las sanciones que el Código Penal prevé para quienes violan las normas que la autoridad sanitaria dispone para frenar una epidemia o en este caso una pandemia”, era la explicación que brindaba el por entonces Presidente de la Nación de los alcances del DNU.
El miedo por el contagio y los centros de salud atestados
Inmediatamente, comenzó a circular en la sociedad un miedo notable por el contagio del coronavirus. El mismo se acrecentaba más y más ante las noticias diarias de la capacidad de atención de los hospitales y centros médicos atestados por la cantidad de enfermos.
Este panorama hacía más sombría a la situación. Porque recaía en un miedo consecuente de que si uno se enfermaba no tenía a dónde recurrir para poder ser atendido, porque no se daba abasto con la atención.
“Hemos previsto un plan por el cual manteniendo distancia entre nosotros, teniendo los cuidados de los que estamos hablando, guardándonos en nuestras casas vamos a evitar que el virus se propague y si se propaga, porque se va a propagar, se propague más lentamente, de modo tal que los contagios, crezcan de tal modo que el sistema sanitario argentino pueda hacer frente a ellos”, era la explicación de Alberto Fernández para apoyar a un sistema de salud en colapso.
“Hemos calculado absolutamente todo. Necesitamos que cada uno haga su parte”, cerró.
Por supuesto, nadie en ese momento podía prever lo que pasaría después. Nadie podía imaginarse siquiera que la cuarentena sería tan larga y que el virus comenzase a ser parte de nuestras vidas cotidianas de ahí en más. Y que en la Argentina le costase la vida a al menos 130 mil almas.