La unión vecinal del barrio Covipa no es la misma desde que “Lela” -María del Carmen Scherl- arrancó con el comedor estudiantil Santa Faustina.
La mujer, de 72 años, cuenta un cáncer de mama en 1989 la llevó a acercarse más que nunca a la parroquia Nuestra Señora de la Trinidad de Guaymallén, donde comenzó a recibir niños que necesitaban alimentarse.
Fue un año después cuando la Unión Vecinal del barrio Covipa, en el distrito Las Cañas, le abrió las puertas de un mundo nuevo que hoy sigue disfrutando y sosteniendo con alegría.
Una mañana de marzo de 2003, en plena refacción del salón que le habían asignado para recibir a los niños –obra costeada por el entonces supermercado Wal Mart– conoció a una empleada del lugar que le habló del Banco de Alimentos de Mendoza.
“Habíamos empezado a trabajar intensamente de lunes a viernes de 9 a 14, siempre junto a mi hermano, mi sobrino y algunos socios, y necesitábamos ayuda. Nunca me voy a olvidar de tres grandes personas que estaban a cargo del banco por aquel entonces, Sebastián, Lorena y Virginia, quienes nos dieron una mano enorme y nos recibieron como a los dioses”, recuerda.
El trámite para lograr recibir alimentos se cumplió rápidamente porque Lela contaba con la personería jurídica de la Unión Vecinal, uno de los requisitos que solicita el banco a sus organizaciones.
“¡Cómo no amarlo cuando me dieron el apoyo inicial que tanto necesitaba!”, exclama al referirse al Banco de Alimentos.
En los inicios le brindaron casi la mitad de la mercadería, además de fruta, carne y verduras. Con el correr del tiempo, debido al aumento de la pobreza y la gran cantidad de organizaciones civiles que fueron sumándose, esa cifra se redujo. “Sin embargo, sigue siendo importantísima la colaboración para poder sostenernos. No me alcanzará la vida para agradecer”, insiste.
“Santa Faustina”, comedor que no tiene ningún tipo de subvención estatal ni colores políticos, sólo cuenta con la ayuda de voluntarios. “Hace años que cuento con la participación de cuatro mujeres que cumplen una tarea increíble y, sin embargo, no he logrado que reciban un solo peso. Sigo luchando por ese objetivo”, dice.
En su camioneta, la misma con la que recorre el domicilio de numerosas empresas y particulares, Lela se acerca una vez al mes al depósito del Banco de Alimentos. “Vuelvo feliz por lo mucho que recibo, valoro tanto todo lo que puedo darles a las mamás que se acercan para retirar la vianda de sus hijos, sea el postrecito o la verdura fresca. Es que la fila de personas que necesitan ayuda nunca se agota, al contrario, se va sumando a raíz de la pobreza”, asegura.
Más allá de otras empresas o particulares, al menos el 30 por ciento de lo que Lela brinda en el comedor proviene del Banco de Alimentos.
Quienes deseen colaborar con el comedor de Lela pueden hacerlo llamando al teléfono 2615 45-7597.
La nota completa salió originalmente en Los Andes.